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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El casamiento homosexual

EL PRIMER casamiento civil entre homosexuales masculinos, en Dinamarca, abre las puertas en aquel país a unas 5.000 parejas semejantes que esperan legalizarse de la misma manera y, probablemente, a un amplio número de personas que, en el mundo occidental, lo desean. La Iglesia protestante aún les rechaza -uno de los dos contrayentes, sin embargo, es vicario- porque la palabra matrimonio implica la unión entre un hombre y una mujer, pero algunos comienzan a aceptar la idea de que es posible una especie de bendición, y la oferta de rezar por ellos, sin más compromiso. En la Iglesia católica no parece posible de momento ni siquiera tal concesión, tanto por su continua proclama contra la homosexualidad y otras sexualidades que no tengan por fin la procreación -en lo que el actual Papa insiste continuamente- como por la condición que el matrimonio tiene de sacramento que santifica el uso de la sexualidad con arreglo al mandamiento de la multiplicación.Para estos contrayentes o pretendientes, aunque muchos aspiren a la paz religiosa de su conciencia, lo importante es que el Estado haya aceptado entrar en esta situación. Sexo y procreación han estado siempre controlados por la sociedad, y el auge de la burguesía aumentó este poder por los códigos de regulación de herencias y unión de bienes; el auge del estatalismo interviene posteriormente en cuanto a una devolución de bienes adquiridos por la fiscalidad a las parejas establecidas, en forma de cuidados médicos, pensiones diversas, deducción de impuestos y otros beneficios. Si la moral social hace tiempo que acepta, con mayor o menor resistencia -según ambientes, países, clases-, a los homosexuales, las leyes no llegan a plasmar esta aceptación en un sentido de igualdad. Hay que pensar que, como en otros casos, lo que inspira a los Estados para esta retracción es su deseo de no pagar o de restringir las formas de seguridad social. En España, por ejemplo, donde la aceptación legal de parejas de un mismo sexo choca con la Constitución y las normas de regulación del matrimonio del Código Civil, no hace mucho que se ha admitido la igualdad de hombres y mujeres en relación con el derecho a percibir la pensión de viudedad, con lo que se corrige una situación anticonstitucional y discriminatoria que no se modificaba con objeto de ahorrar. En cambio, algunas autonomías han entregado o están entregando niños en adopción a parejas o personas solas homosexuales -generalmente, niños que por razones fisicas o sanitarias no aceptan las parejas llamadas normales-, mientras que en Dinamarca, aun aceptando ahora los matrimonios homosexuales, quedan excluidos del derecho de adopción.

Las sociedades occidentales de hoy van continuamente por delante de las leyes; los Estados siguen siendo conservadores, aunque sus Gobiernos aparezcan como progresistas, liberales o desligados de obligaciones de carácter religioso. Las preocupaciones electorales llevan a estos Gobiernos a atender las presiones conservadoras con más fuerza que las de grupos que creen asegurados, a lo que se añade la caída contemporánea de las ideologías, que parece obligar menos a los partidos a ser consecuentes con su historia y establecer un neo conservadurismo general. Pero existe, además, una alarma de los hacendistas, que tienden hoy a la disminución de los beneficios sociales y que no vacilan en utilizar antiguos prejuicios -discriminaciones seculares y tradiciones- para disminuir lo que juzgan una sangría de los presupuestos, aunque para ello tengan que olvidar que son producto de la sociedad en cuyo nombre los administran.

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