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Lo que nunca muere

Jaime Gil de Biedma pedía disculpas por pertenecer a la edad de la pérgola y el tenis, yo la pido por militar en la del bolero y el serial radiofónico.Ya está justificado el título de este comentario asombrado ante la evidencia de que sigan celebrándose partidos de fútbol entre el Barcelona y el Real Madrid, anacronismo que juzgo a todas luces desestabilizador en la fase aguda de la modernización de España. O sea, que hay que volver a sacar del desván el agravio comparativo, la emocionalidad más visceral, las banderas más inocentes, la memoria infantil, al conde-duque de Olivares, a don Santiago Bernabéu, el caso Diestéfano, el transfuguismo de Bernd Schuster, el masoquismo de los seguidores del Barcelona, la chulería hereditaria de los presidentes del Real Madrid, el llanto de Josep Lluís Núñez, las depresiones de Michel...

El telón de acero fundiéndose y nosotros pendientes de quién es más rubio, si el holandés Koeman o el alemán Schuster, y de quién la tiene más larga, me refiero a la zancada, Lorente o Beguiristáin, y de quién es más zorro, Emilio Butragueño o Julio Salinas.

Lo que más me revienta de este serial es que finalmente acaba por interesarme y el sábado por la noche, desde Palermo, telefonearé a casa para saber quién ha ganado.

Si gana el Madrid pensaré que ni la vida ni la historia son como las esperábamos, otra paráfrasis de unos versos de Jaime Gil. Si gana el Barcelona tendré que volver a telefonear para que me lo repitan porque no podré creérmelo.

Y sigo molesto, muy molesto conmigo mismo al descubrir que si gana el Barcelona me propongo tomarme yo solo una botella de Brunello de Montalcino, el mejor tinto italiano.

Bestia de la grada

Realmente me irrita este ruido, este partido que vuelve a colarse en mi vida cuando mi único proyecto era pagar los impuestos y envejecer con dignidad. Es decir, un proyecto de intelectual olímpico, goethiano. Y a medida que voy escribiendo renace en mí la bestia de grada, el militante azulgrana, el seguidor de aquella entidad que era más que un club antes de convertirse en una inmobiliaria. Me indigna esta mi pasión malsana y me impongo a mí mismo una dura penitencia.

Si gana el Real Madrid volveré a encerrarme otra vez en mi confortable exilio interior y si gana el Fútbol Club Barcelona, en lugar de un Brunello de Montalcino me tomaré una botella de Barolo, vino del Piamonte que no está nada mal, pero lejos, muy lejos, de un Brunello de Montalcino en su justo año.

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