Incompetencia
CON BUEN criterio, la Junta Electoral ha reafirmado que la decisión de organizar debates electorales en la televisión pública es responsabilidad de la dirección de esa entidad. Al rechazar esa posibilidad y sustituirla por una serie de entrevistas a los líderes de las principales formaciones, el director de RTVE, Luis Solana, ha actuado como portavoz de un partido, antes que como -responsable de un servicio público. Si el PSOE no quiere debates, o los quiere con arreglo a determinada fórmula, que lo diga el PSOE, no Solana. Lo que no es admisible es que el criterio del que se parta sea la pretensión de Alfonso Guerra según la cual si la oposición -de derecha o de izquierdaquiere debates deberá nombrar a un candidato unitarío. El director general no tiene por que considerar que ésa es la única fórmula posible. Atendiendo al interés informativo -y a la exigencia de respeto al pluralismo y neutralidad reiterada por la Junta-, la obligación de Solana era -lo es todavía- tomar la iniciativa de una propuesta propia. Si algún partido la rechaza, será su responsabilidad, y la de los electores juzgarla.Pero el director general ha ido más lejos. Su proposición de realizar entrevistas individuales en las que tanto su duración como la fecha de emisión sean exclusiva función de la representatividad de cada formación en el Parlamento constituye un desafio al sentido común. ¿Quién se imagina a un periódico otorgando una página al partido del Gobierno, media al primero de la oposición, un cuarto al siguiente, y así sucesivamente? Y no tiene sentido pretender que esasentrevistas sustituyen a los debates. Al revés: los debates son un método para compensar, por una vez, la inevitable desigualdad de oportunidades que se produce. Inevitable porque no sería posible que las 52 formaciones concurrentes dispusieran de las mismas oportunidades de presencia en televisión. El sentido común debería ser criterio suficiente para hallar una fórmula que, sin caer en ese absurdo, permitiera que las principales formaciones pudieran confrontar sus propuestas ante la audiencia. Tras el conflicto surgido en las elecciones europeas (fundamentalmente por la intransigencia del CDS, dicho sea de paso), Solana ha contado con tres meses para explorar otras posibles soluciones. En vez de hacerlo, ha optado por la huida, prefiriendo hacer el ridículo antes que exponerse a, los reproches de quienes le pusieron donde está. El asunto es lo suficientemente grave como para que Felipe González siga mirando para otro lado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.