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Corrupción

¿Es la corrupción a la política lo que el piar a los pollos? ¿Constituye la sal indispensable? Los escándalos de estos últimos meses han sido algo caliente. Escándalos en Japón, en Grecia, en Zimbabue... La corrupción en los países del Norte como en los del Sur, en los capitalistas como en los socialistas, en Occidente como en el Este, parece ser muy bien el más extendido de los delitos, la más trivial de las fechorías entre los príncipes que nos gobiernan. Escapa a todos los sistemas económicos, a todos los regimenes políticos. Se relaciona con la naturaleza humana. Si se considera que admitir ser comprado es obrar contra su conciencia, contra su deber, según la definición que dan los diccionarios de la palabra corrupción, pero también contra la moral universal, entonces la corrupción no es más que un problema de conciencia. Ningún régimen político es capaz de edificar barreras lo suficientemente estancas como para preservar de toda tentación a ministros, presidentes o soberanos. El problema con la corrupción es que, si existe un corrompido, hay un corruptor. Ya André Gide hablaba del "placer de corromper". Pero es en los países del Tercer Mundo en donde las elites son más sensibles a este fenómeno. Un Parlamento, una Prensa libre, pueden hacer que el corrompido en potencia reflexione. Pero aunque la Prensa tiene un papel disuasorio, la Prensa amordazada, favorece a su pesar la corrupción.

17 de septiembre

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