Los atletas españoles se disponen a afrontar una competición reservada a las potencias mundiales
JUAN MORA El atletismo español se dispone a afrontar desde hoy la Copa del Mundo. Esta es una competición reservada a tres de las potencias mundiales del momento -EE UU, RDA y Reino Unido- para que se midan con las selecciones del resto del mundo. Y España, que hasta ahora sólo había colocado dos atletas en el conjunto de Europa, participa con equipo propio. Lo hace como anfitrión, es decir, autoinvitado de honor. El desafío es demostrar que los atletas españoles valen tanto como todos los asiáticos juntos. Europa, América, África y, por supuesto, los otros tres países participantes quedan muy lejos. La ocasión sirve para inaugurar a las seis de la tarde el estadio Olímpico de Montjuïc, bajo la presidencia de los reyes de España.
En la Copa de¡ Mundo no hay medallas. Tampoco excesivas glorias para el ganador de cada prueba. En su palmarés aparecerá siempre en último lugar el exito alcanzado en esta competición. Hay atletas que incluso renuncian a la Copa del Mundo. Nació en 1977 para llenar el hueco de las olimpiadas, luego ocupado por los Campeonatos de¡ Mundo, éstos sí, individuales y tan prestigiosos como los Juegos Olímpicos. La Copa del Mundo siempre se programa al final de la temporada, cuando los atletas están próximos a la saturación y explotada su mejor forma. Primero se celebró cada dos años, luego cada cuatro y tras la última edición, en Australia, su continuidad estuvo amenazada. Como surgió el interés de Barcelona para celebrarla y mostrar así al mundo su estadio olímpico, la quinta edición se pone hoy en marcha.El atletismo español trata de aprovechar la ocasión para situarse en un lugar ficticio. Participa porque ha dotado al estadio de Montjuïc de una novena calle -como hizo Italia en 1981- y no quita así el puesto a nadie. Podrá quedar en octavo lugar, por delante de Asia, quizá en séptimo si gana a Oceanía, pero su posición en el mundo no será esa sino más atrás, como quedó demostrado en la Copa de Europa cuando descendió a Segunda División, competición ésta que los atletas sí se toman con gran seriedad y que contrasta con el interés turístico de algunos protagonistas en la Copa del Mundo, que la propia Federación Internacional de Atletismo (IAAF) trata de alentar, como cuando en la edición celebrada en Australia animó a los europeos a que hicieran el viaje prometiéndoles unas días de estancia en Singapur, a la ida, y en Hawai, a la vuelta.
Los españoles sí que se han tomado en serio la Copa del Mundo. Porque es en Montjuïc, porque quieren resarcirse del mal sabor que dejaron en la Copa de Europa y porque no ignoran que es una ocasión única para lograr un buen impacto ante el público. La mayoría de ellos han preparado la competición con enorme interés. Saben que una buena clasificación les lanzaría a la popularidad porque la mayor parte del público no tendrá en cuenta que sólo participa un atleta por país -tres en Juegos Olímpicos y Campeonatos del Mundo- y que algunas grandes figuras han renunciado a venir a Barcelona.
El momento es, pues, delicado para el atletismo español porque puede sumirle en un sueño. Ya hay demasiados atletas que, sin estar ni siquiera entre los veinte mejores del año en su prueba, se creen figuras. Ahora sólo Cornet en 400 metros y Prieto en 10.000 están entre ellos. Cuando el primero estableció el pasado mes su récord de España, 44.96 segundos, que era plusmarca europea del año, su entrenador, Manuel Pascua, le dijo: "Muchacho, este tiempo no te permitiría entrar ni siquiera en la final olímpica". Y es que no quiere que su mejor atleta se pierda entre los halagos, que sólo han servido para estancar a quienes se los creyeron.
Cornet, favorito
Cornet puede ganar su carrera. Es el único español que tiene al alcance de su clase el triunfo. Pero tiene los pies en el suelo. Sabe que de los especialistas norteamericanos no viene el mejor, Butch Reynolds, sino uno de sus muchos delfines, Antonio Pettigrew, que es un atleta que supo estar en forma en junio, cuando se hizo la selección de EE UU.
"Ganar no me daría el título de mejor corredor del mundo", reconoce Cornet, "pero no por ello quiero dejar pasar la oportunidad de intentar la victoria en Montjuïc. Sería una meta más de las que me he propuesto en mi carrera que, por supuesto, no me afectaría por mucha trascendencia que la diera el público. Mi vida no va a cambiar por nada de esto. Seguiré entrenándome como un tonto porque sé muy bien que es la única manera de continuar mi progresión". Entre sus objetivos está ser campeón europeo el próximo año y pasarse a 800 metros.
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