Un regalo indeseable
La mayoría de la oposición afronta las elecciones con problemas organizativos
"Lo normal es que se agote la legislatura; además, la derecha española necesita un poco de oxígeno y de calma para serenarse". Quien así hablaba, el 12 de julio, era el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, uno de los artífices, se dice ahora, de la anticipación de las elecciones. La derecha no daba crédito a sus palabras: ¿era posible tanta generosidad? Los socialistas llevan años diciendo que hace falta una alternativa creíble para consolidar el sistema, pero nunca se vio que un Gobierno convoque elecciones cuando le convenga a la oposición.
El ministro de Relaciones con las Cortes, Virgilio Zapatero, negaba ayer, en declaraciones a Radio Nacional, que la disolución de las Cortes sea fruto de un cálculo malicioso: "El estado de la oposición no puede ser el único criterio para convocar elecciones. Si el Gobierno tuviera que esperar a tener una oposición firme y sólida, pasaría mucho tiempo antes de convocarlas".Por otro lado, ¿quién dijo que la convocatoria electoral ha pillado a la oposición con el paso cambiado? Los responsables del Partido Popular (PP) han repetido hasta la saciedad que su falta de candidato a la presidencia del Gobierno obedecía sólo a la dificultad de elegir entre tantos y tan cualificados aspirantes al puesto.
El Centro Democrático y Social (CDS) y la coalición Izquierda Unida venían reclamando la di solución de las Cortes desde la huelga general del 14 de diciembre, el primero, y desde el 16 de junio, el segundo.
Incluso Eusko Alkartasuna (EA), a quien la campaña encuentra en plena crisis interna, asegura tener "la maquinaria electoral preparada".
Sólo el suarista catalán Antoni Fernández Teixidó se ha atrevido a decir públicamente lo que muchos reconocen en privado: que "éste no es el mejor momento de la oposición". Desde luego, no el de su partido, que apenas acaba de digerir el formidable batacazo de las elecciones al Parlamento Europeo, en el que perdió dos de los siete escaños que tenía.
Los dirigentes del CDS, que al principio atribuyeron su fracaso en las elecciones europeas a la manipulación de Televisión Española, acabaron por reconocer que los pactos alcanzados con el Partido Popular en ayuntamientos y comunidades autónomas resultaron contraproducentes, pues no fueron comprendidos por sus potenciales votantes. Tras el 154, Adolfo Suárez diseñó un plan para distanciarse de la derecha y recuperar una imagen inequívocamente progresista, que incluía la celebración de un congreso del partido este otoño.
La propuesta, lanzada el pasado lunes durante una conferencia de prensa en El Escorial, de supresión del servicio militar obligatorio, suponía, además de una radicalización de su idea de la mili de tres meses, un primer intento por volver a la senda que tantos frutos le reportó en el pasado. No parece, sin embargo que este gesto haya sido suficiente para que Adolfo Suárez se sacuda el sambenito de derechista que le colgó el PSOE en las elecciones europeas y, de aquí al 29 de octubre, no tiene mucho tiempo para lograrlo.
Aznar 1993
Tampoco el Partido Popular afronta la cita electoral en las mejores condiciones. La proclamación del presidente de Castilla y León, José María Aznar, como su candidato, además de producirse tras el pistoletazo de salida de la campaña, algo insólito para el primer partido de la oposición, está lejos de provocar entusiasmo en sus propias filas. Confidencialmente, los dirigentes populares admiten que Aznar no es un candidato para estas elecciones, sino para las de 1993, y que su verdadero objetivo es curtirse en la labor parlamentaria, durante la próxima legislatura, para optar a la Moncloa, con mayores posibilidades, dentro de cuatro años.
La voz disonante del sector manchista, acallada en el último momento, y la lamentable coincidencia de la convocatoria electoral con el escándalo del senador popular por Málaga Enrique Bolín, recientemente condenado en Gibraltar a cuatro meses de cárcel por posesión de cocaína, no facilitan precisamente la ardua tarea de sustituir el liderazgo de Fraga, en la que ya fracasaron estrepitosamente Antonio Hernández Mancha y Marcelino Oreja. Por añadidura, la dimisión de Aznar como presidente de la Junta de Castilla y León, antes de concluir su primera legislatura, pone en peligro la conservación de uno de los principales baluartes del PP.
Entre los líderes estatales, sólo Julio Anguita, que tendrá la oportunidad de medirse por vez primera con Felipe González desde que asumió la secretaría general del PCE, en febrero de 1988, parece deseoso de afrontar unas elecciones que ya reclamó en la noche del 18 de junio, después de conocerse oficialmente los resultados de las elecciones europeas, en las que Izquierda Unida ganó un escaño. El resultado obtenido en aquella ocasión no fue, sin embargo, tan espectacular como el fiasco de las restantes fuerzas políticas hizo parecer, pues, pese a su ascenso, Izquierda Unida no fue capaz de capitalizar el descontento expresado en la huelga del 14 de diciembre.
La incorporación de Pablo Castellano a IU y el creciente protagonismo del PASOC de Alonso Puerta en el seno de la coalición evidencia el deseo de atraerse el voto de los ugetistas que, con Nicolás Redondo a la cabeza, se han quedado políticamente fuera de juego, tras su ruptura con el PSOE. Claro que los socialistas han replicado a esta estrategia tendiendo su mano al ex diputado del PCE Enrique Curiel; quien, al frente de un nutrido grupo de antiguos comunistas, ha acelarado su tránsito hacia el partido del Gobierno.
El grupo político que más preparado parece para las elecciones es el Partido Andalucista (PA), que ayer mismo presentó sus carteles electorales, en los que figura el rostro de Alejandro Rojas Marcos y el lema Por Sevilla, por Andalucía, informa Juan Méndez.
El Partido Andalucista espera consolidar ahora el éxito que obtuvo en las pasadas elecciones europeas, en las que logró casi 300.000 votos, mientras que Rojas Marcos no oculta su intención de utilizar su previsible escaño en el Congreso como trampolín para alcanzar la alcaldía sevillana. "Sevilla", afirmó ayer, "necesita que quien sea su alcalde en 1992 tenga voz en el Parlamento de España".
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