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Grandeza

Ángel S. Harguindey

Toda la belleza que el hombre es capaz de imaginar puede circunscríbirse a seis marcas sobre otros tantos números, del 1 al 49, ambos inclusive. De esta suerte, las ensoñaciones más inaccesibles están unidas al prosaico ejercicio de estilo de rellenar un boleto antes de los jueves. Dicho de otra manera, la grandeza del ser humano depende de la miseria del azar.Imagínense un país en el que quien durante años planificó y recomendó la austeridad económica nacional cierra el tenderete y ficha por los grandes especuladores, o en el que las grandes opciones políticas de la izquierda, anhelantes de cambiar el mundo, acaban cambiando su electorado (de urbano a rural y de jóvenes a tercera edad), mientras que las grandes opciones de la derecha mantienen el ya monótono ritual de un Saturno devorándose a sí mismo ante su impotencia procreadora. Comprueben cómo el tercermundismo sanitario equino es culpa de todos menos de los responsables. Añádanle que el ir al hipermercado puede ser como ir a Líbano, sin que la autoridad competente decida por ello interrumpir su bien ganado descanso después de tantos meses de entrega a la patria. O tomen un piscolabis en las cocinas de la residencia sanitaria La Fe, de Valencia ("Orines y Mediterráneo", un nuevo eslogan de promoción).

Cuando todo lo expuesto resulta ser sólo una pequeña parte de las sensaciones y vivencias que puede sentir un lugareño, uno comprende que grandeza y miseria, sueños y azar, conforman este gran patio de monipodio al que, ya pronto, le llegarán la foto pegando un par de carteles, las caravanas, fiestas, promesas electorales, algún puyazo al contrario, un par de semanas de mal dormir por si se pierde la butaca de sacrificarse por España y el respingo final tras la larga noche del recuento de votos en el Palacio de Congresos y Exposiciones. La auténtica y trasnochada grandeza es sobrevivir con tanta miseria.

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