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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

'Eros' disecado

Las mujeres entran en el consumo del deseo (EL PAÍS, jueves 10 de agosto de 1989). ¿Qué deseo? El esplendor de Eros, ¿qué, de qué Eros?: la libido de morbosos (por calificarlos con un distintivo light) que quieren regalarse una erección de 100 pesetas el minuto; hombrecillos descabalgados por la entrepierna; niños bien aburridos del éxtasis de la coca, a medianoche; profesores en coma,maniáticos del masoquismo, sádico cuando menos; intelectuales que fueron entendidos del sexo. Todos y más, cada uno de ellos, como soldaditos numerados, que penetraron la tentación del peepshow (la exhibición para el mirón a escondidas).Porque los sex-shops proporcionan más productos visuales, además de toda clase de repelencias de goma, al consumidor del deseo / antideseo: las posibilidades en la gama del plástico van desde lo humano hasta lo inerte. Conectados con el mundo organizado de la pornografia, las audaces heroínas que consiguieron traspasar este umbral afrodisiaco debieran preguntarse si también son motivo de monería, los sudores de baile de almas que repiten strip tease cuando hay que danzar hasta las tres de la madrugada.

Las bailarinas del sex son cómplices de sus compañeros suramericanos, en su mayoría arrojados al mundo de la economía sumergida, trabajadores sin contrato, con un sueldo de 25.000 pesetas mensuales y un horario que a veces roza los límites de lo inhumano: 17 horas diarias. Si las amas de casa empiezan a pensar que así se van a resarcir de la fría censura pasada, si un grupo de amigas piensa realizar una aventura africana a al

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guna tienda del sexo: que la desmitifique, lo primero, y lo último, que el bridge mano a mano con la frivolidad, en este tema, no es recomendable. Ellas, las Afroditas de mañana, tarde, noche, lo único que esperan de la vida es que alguno de esos consumidores del deseo no les esparzan las vísceras, a medianoche, por el sembrado colectivo, aunque esto sea motivo suficiente para que se le conmueva el corazón a la libido popular. Pero, aún consternados, se preguntan: ¿es que alguna vendedora del sexo se puede permitir el lujo de un recital, en plena nocturnidad, sin más versos que su propia soledad?.-

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