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La casualidad y la tragedia

La vida de Marita Villalonga estuvo marcada por la casualidad y la tragedia. Cuando tenía 16 años, su hermana Teresa, de 17, afectada por un tumor cerebral, murió al caer desde la ventana del dormitorio que compartían. Pocos años antes, en 1941, Ignacio Villalonga había creado el Banco Central, fundiendo el banco del mismo nombre -de maltrechas finanzas y honroso pasado republicano- con el Banco Internacional del Comercio y de la Industria. En esta última entidad acababa de ingresar como botones un muchacho de Águilas (Murcia) llamado Alfonso Escámez.Severidad paterna

Marita, segunda de ocho hermanos, no estaba llamada a pertenecer al consejo del Banco Central, del que su padre hizo una poderosa entidad financiera. Marita ni siquiera ingresó en la universidad, por prohibición expresa de su padre, quien le reservaba una dorada y tranquila existencia como ama de casa. Ignacio Villalonga había puesto todas sus esperanzas en su primogénito, llamado también Ignacio, que entró a formar parte del cuadro directivo del banco al terminar sus estudios.

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A mediados de los años sesenta, Villalonga había perfilado los detalles de su propia sucesión. La presidencia, reservada para su hijo, se vería apoyada por un director general con funciones ejecutivas que se ocuparía del monótono día a día. Para entonces, el banquero se había fijado ya en el inteligente Escámez, que desde el humilde rincón de los botones había ascendido, puesto a puesto, hasta encargarse del servicio exterior del Banco Central. A punto de concluir la década, Ignacio Villalonga tomó la decisión de nombrar a Escámez director-gerente del banco. Para entonces, el fundador del Central padecía ya una grave enfermedad, lo que aconsejaba poner a punto el mecanismo sucesorio.

Las trayectorias de la familia Villalonga, de Alfonso Escámez y del Banco Central cambiaron sin embargo de forma brusca. Las cuidadosas previsiones del patriarca se hicieron añicos cuando la policía detuvo a Ignacio Villalonga hijo y le relacionó con un escándalo. El joven Ignacio se fue para siempre de España en cuanto se depositó la fianza.

La sorpresa

El padre, ya en estado muy grave, se encontró sin más su cesor que el fiel director-gerente Escámez. Éste, a su vez, se encontró al frente de una nave cuyo propietario, el viejo Villalonga, agonizaba lentamente. Y Marita se vio convertida en la principal heredera de una de las mayores fortunas del país.

Cuando, en 1973, murió Villalonga, no existía ya duda alguna sobre la persona en quien debía recaer la presidencia del banco. En los tres años anteriores, Alfonso Escámez había desarrollado una buena gestión y, sobre todo, había impuesto su propio estilo.

Cinco años después, en 1978, un 6 de julio, su cumpleaños, Marita quedó viuda. Antonio Blasco, su marido, murió de repente, víctima de un derrame cerebral. A Marita se le abrieron dos frentes empresariales, el creado por su padre y el de su marido (Cuadra Rosales, inmobiliarias, madereras).

En 1980 le fue detectado un cáncer contra el que luchó con entereza. Durante uno de los tratamientos en Estados Unidos fue sometida a 33 biopsias. En 1981, Escámez la llamó para incorporarla al consejo del Banco Central, como representante de las acciones de su familia. Siguió su particular combate contra la enfermedad y la derrotó por dos veces. Ayer, en el tercer asalto, venció la enfermedad.

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