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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otras vacaciones

LAS AGLOMERACIONES en las playas, los atascos en las carreteras, las demoras en los aeropuertos o las insufribles colas en las visitas turísticas, el pago de precios abusivos como efecto de una demanda multiplicada, el padecimiento, en suma, de riesgos e incomodidades sin cuento típicamente veraniegos, podrían aliviarse si las vacaciones de la práctica totalidad de la población laboral no coincidiesen en el corto período de dos meses.Una enunciación tan elemental ha encontrado hasta ahora poco recibimiento, pero los inconvenientes han crecido hasta tal punto que resulta cada vez más irracional seguir con un hábito vacacional que contradice sus propósitos. Evidentemente, no se trataría de imponer nada a nadie, ni recabar en el cambio de comportamiento una directa intervención del Estado. Las empresas, que en las nuevas formas de producción han probado a introducir con eficacia los horarios flexibles, el trabajo por tareas, las sustituciones parciales, etcétera, serían las que, bien por propia iniciativa interna, bien recibiendo estímulos públicos, deberían tomar la iniciativa en la mejora estacional de la ocupación.

Hasta hace unos años, las formas de organización familiar condicionaban decisivamente la coincidencia entre el tiempo de suspensión de las clases y el tiempo de vacación en las empresas, pero las circunstancias se han modificado. Cada día crece el número de hogares compuestos por una o dos personas, ciudadanos sin hijos que no se ven obligados a situar su intervalo vacacional dentro de unas fechas determinadas y que en no pocos casos aceptarían con gusto disfrutar de los lugares escogidos en épocas de menor tumulto. La iniciativa empresarial ha faltado, pero es altamente probable que encontrara buena acogida entre un significativo número de empleados y que, salvo excepciones, aportara más provechos que mermas al rendimiento económico general. Se trata, sobre todo, de acabar con una inercia que provoca ya un sinfín de perjuicios y despilfarros, públicos y privados, y que mantiene una situación desde muchos puntos de vista penosa e injustificable.

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