La policía cree que ETA eligió sus víctimas al azar
El coche de los terroristas se aproximó al vehículo en el que iban los militares por su lateral izquierdo y, cuando se encontraba a su lado, las dos personas apostadas en las ventanillas abrieron fuego, según fuentes policiales. Al parecer, el Opel Corsa del Ejército de Tierra se había detenido junto a unas oficinas de .Renfe, ubicadas en el número 4 de la Avenida Ciudad de Barcelona, cerca de la estación de Atocha, para realizar unas gestiones. A las víctimas no les dio tiempo a salir del automóvil, los disparos, que penetraron por la luneta trasera y los cristales laterales, causaron la muerte instantánea del coronel y del comandante y dejaron malherido al soldado. Aunque algunos testigos vieron a una motocicleta de gran cilindrada que se alejaba a toda velocidad del lugar de los hechos, la policía descartó su participación en el crimen.Medios de la lucha antiterrorista destacaron ayer que los militares asesinados "jamás habían efectuado ese recorrido", por lo que descartaron que el atentado fuera fruto de un seguimiento previo. La hipótesis policial apuntaba a que los terroristas se habían desplazado a la zona, en la que además del Gobierno Militar de Madrid hay numerosas ,viviendas militares, sin un objetivo predeterminado, dispuestos a matar a cualquier mando de las Fuerzas Armadas que se les pusiera a tiro. El hecho de que las víctimas viajasen en coche oficial y de uniforme habría facilitado su tarea. En opinión de dichos medios, ETA tenía necesidad de realizar una acción "lo más sonora posible" para resarcirse de sus recientes fracasos y habría optado por un tipo de atentado que, al contrario que el del coche bomba, no requiere gran infraestructura.
Comando en Madrid
A pesar de ello, el comisario general de Policía Judicial, Pedro Rodríguez Nicolás, declaró ayer en Santander que "está claro que ETA tiene un comando en Madrid" y dio a entender que el atentado de ayer es obra de los mismos autores que el perpetrado el pasado 8 de mayo contra la cárcel de alta seguridad de Alcalá-Meco, informa Juan José Echevarría. Para el alto mando policial, la dirección de la organización terrorista ha intentado, de esta sanguinaria forma, "dar una contrarréplica a las informaciones dadas últimamente" sobre la existencia de contactos preliminares entre representantes del Gobierno y de Herri Batasuna.El vehículo utilizado por los terroristas fue inmediatamente localizado por la policía a escasa distancia del lugar del atentado, aparcado en doble fila a la altura del número 27 de la avenida Menéndez y Pelayo, esquina con la calle de Ibiza. Un equipo de desactivación de explosivos del Cuerpo Nacional de Policía revisó exhaustivamente el coche, mientras las vecinos del inmueble más próximo eran recluidos en sus domicilios. Tras abrir el maletero con un cepo y registrar el coche con perros, se comprobó que éste no contenía ningún explosivo. El Peugeot 505, de color gris metalizado, había sido robado el pasado 28 de mayo en Zumaya (Guipúzcoa) a punta de pistola, aunque los terroristas cambiaron la matrícula original (B1-5705-AG) por una falsa (M-0348-FM). Nada más producirse el atentado, la policía montó controles en las carreteras de salida de la capital y en algunas calles del centro.
Levantamiento
Los cadáveres de los dos militares permanecieron en el interior del vehículo hasta que, a las 12.50 el juez de guardia del Juzgado de Instrucción número 28 de Madrid, ordenó su levantamiento. Por el contrario, el soldado Fernando Vilches, de 18 años, fue trasladado inmediatamente al hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde se le intervino de sus heridas, calificadas de "muy graves". Según el parte médico, el joven presentaba tres impactos de bala, uno en el brazo izquierdo y dos en la cabeza, situados en la región occipital y en la base del cuello. Uno de los proyectiles estaba alojado en la segunda vértebra cervical y le produjo contusión medular. Fernando Vilches se había incorporado al servicio militar el pasado mes de mayo y ayer realizaba su primer servicio como conductor. Según algunas fuentes, había cambiado el turno con un compañero.La capilla ardiente de los dos mandos militares, cuyas heridas, mortales de necesidad, les produjeron la muerte instantánea, fueron instaladas en el Cuartel General del Ejército. El coronel Martín Posadillo, de 56 años, natural de Toledo, y el comandante Baraguas, de 36, natural de Zaragoza, estaban destinados en la Dirección de Transportes del Mando Superior de Apoyo Logístico del Ejército de Tierra.
En el lugar de los hechos se personó el alcalde de Madrid, Agustín Rodríguez Sahagún, acompañado por su primer teniente de alcalde, José María Álvarez del Manzano, para expresar su absoluta repulsa por el crimen y mostrarse solidario con el "tremendo dolor" de los familiares de las víctimas.
La primera autoridad municipal se trasladó posteriormente al hospital Gregorio Marañón, donde se interesó por el estado del soldado herido.
Allí acudieron el ministro de Defensa, Narcís Serra, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, Miguel íñiguez del Moral. A su salida del centro hospitalario, Serra calificó de "bárbaro" el atentado e indicó que éste resulta inútil incluso para sus autores.
Eran las 11.20 de la mañana. Los tres militares, a bordo del vehículo militar, se encontraban a la altura de los números 2 y 4 de la avenida Ciudad de Barcelona, donde existen unas dependencias de Renfe y donde pensaban realizar unas gestiones. En ese momento, un Peugeot gris metalizado, matrícula M-0348-FM, con tres personas a bordo, se aproximó al automóvil militar y desde su interior, uno de los ocupantes sacó súbitamente un arma y abrió fuego de fusil ametrallador. Las balas alcanzaron de lleno en la cabeza al coronel José María Martín y al comandante Ignacio Julio Baragua. El cabo conductor, Fernando Vilches Aznar, intentó esquivar a los agresores, pero fue alcanzado por un disparo en la zona superior de la columna vertebral, cerca de la nuca. Treinta casquillos quedaron en las inmediaciones de las dependencias de Renfe.
Pedro A. Espada, de 28 años, mensajero de la Compañía RGSAE, de Mensajería, acababa de recoger una correspondencia de Renfe para llevarla hacia otras oficinas ferroviarias de la calle de General Oraa. "Sentí varias ráfagas como de metralleta cerca de mis piernas y me tiré al suelo. Eran tres personas, creo que una mujer viajaba con ellos. El conductor intentó esquivarles haciendo un quiebro, pero fue alcanzado. Los atacantes salieron a toda velocidad, informa Ana Alfageme.
"Acabábamos de venir de desayunar y estábamos en este departamento que da a la avenida", cuenta Víctor S., de unos 45 años, un técnico de Renfe que se hallaba la planta baja del edificio. "Oí como si una taladradora perforara el suelo fuertemente. Me asomé a la ventana. Ví que cuatro personas se tiraban al suelo sobre las escaleras del parque de Reina Cristina, al otro lado de la calle. Muy poco después, se levantaron. Una de ellas reía, como si no llegase a creer lo que estaba viendo".
"Salí corriendo a la calle", continúa Víctor. "A mi izquierda, ví el coche recién ametrallado. Las dos personas que viajaban en la parte de atrás del automóvil militar tenían sus cabezas hacia atrás. En la parte de delante, el conductor se hallaba inclinado. Entonces me dí cuenta de lo que había sucedido".
"Es un atraco", pensó F. J., un joven pintor de brocha gorda que se dirigía desde el número 2 al 4 de la Avenida Ciudad de Barcelona, donde trabaja. "Noté que las balas pasaban justo detrás de mí, me llevé las manos a la cabeza y eché a correr. Ví un Peugeot 505 que seguía circulando", recuerda. "Yo era la única ' persona que andaba por aqui en ese momento y creo que si hubiera pasado más gente, hubiera habido más problemas".
Casi dos horas después del atentado, una señora de mediana edad depositaba flores rojas bajo las huellas de los impactos, poco después de que varios barrenderos se llevasen impregnada en tierra la sangre que dejaron los cadáveres.
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