¿Metafísicos o bárbaros?
Hay un concepto clásico y también popular de la metafísica, que la define como algo oscuro, nebuloso, escondido e inasequible a nuestro entendimiento. Recordemos la frase de Cervantes, "metafísico estáis", reprochándole a Sancho sus elucubraciones vanas y disparatadas. Sin embargo, la metafísica natural, estabilizada y problemática espontánea, como titula su célebre obra Juan David García Bacca, tiene un objetivo único: el mundo real habitado por todos los seres vivos, animales y humanos, es decir, la totalidad de la existencia. Ahora bien, lo metafísico que hay en lo real está fragmentado y estabilizado en morada, mansión, laboratorio, hospedería, mercado, lugares del mundo en los que estamos obligados a vivir. No hay nada que no pueda descubrirse tras la realidad visible. Todo está aquí al alcance de nuestros ojos y que pueden palpar nuestras manos.La misma concepción errónea se tiene de la dialéctica, entendida como movimiento puro frente a la inmovilidad y estatismo metafísico, y cuyas leves implacables de la objetividad básica dirigían y aplastaban la pasión-acción subjetiva del hombre. Más tarde se llegó a la conclusión de que la dialéctica no se puede entender sin la metafísica, es decir, el mundo real en proceso y cambio incesante en que vivimos y transformamos humanamente. Sin embargo, todavía persiste en algunos pensadores el temor y recelo a entregarse confiada y amorosamente al mundo natural que compartimos todos los vivientes y hasta los agónicos. Así, Heidegger, con su terrible ambigüedad (Sartre), descubre que la metafísica se ha excluido de la experiencia explícita del ser, y no presta debida atención a lo que hay oculto tras lo que se manifiesta. De esta forma nos invita a una exploración y búsqueda en un más allá de las realidades visibles, lo que abre el camino a todas las teologías imaginarias. Pero, a la vez, afirma que el tiempo real en que se desarrolla el espacio de nuestras vidas es la esencia y forma la estructura de la subjetividad. La deducción es clarísima: si la existencia humana nace del caos temporal, la metafísica es una interrogación permanente sobre el hombre, es antropología. Pero aquí no terminan las perplejidades metafísicas.
En una obra reciente del profesor Francisco José Martínez, Metafísica (Ediciones UNED), original y profundo estudio, enfoca la metafísica, saber problemático, dividida en ontología y teodicea, entendida esta última como una teoría del mal, lo que lleva al autor a analizar las realidades sociales, humanas y políticas conflictivas que originan el no ser de la nada o raíz de la maldad. Metafísica es así la universalidad del conocimiento, tanto de lo ideal como de lo real, de la finitud misma, o sea, del mundo vivo, al que no se le puede desdeñar para iniciar vuelos trascendentes. El autor se inclina por una síntesis metafísica de los conceptos de Nietzsche, Marx y Freud, estudiando con suma agudeza y penetración el deseo, fuerza impulsiva creadora del hombre y origen existencial de una verdadera ontología dialéctica. Asimismo, el profesor Martínez analiza la agonía de la razón clásica, y exige sustituirla por una razón nueva, moderna y relativista que ya no sea tecnológica ni instrumental, sino tensa, viva y surgida de los impulsos naturales del hombre.
Vemos, pues, que la metafisica actualmente se centra, cada vez más, en la problemática humana, en una antropología multipolar que abarque toda la dramática complejidad del hombre. El problema planteado es cómo llegar a ser todos real y verdaderamente metafísicos, es decir, una totalidad por sí mismos, no simplemente unas parcelas del ser, unos técnicos del, saber pragmático. Metafísicos o bárbaros, tal es el dilema con que nos enfrentamos. Así, los utopismos tecnológicos al estilo de Adam Schaff y los neopositivistas anglo-americanos, por cierto, furiosamente antimetafísicos, sostienen que los problemas sociales, políticos y humanos se van resolviendo a medida que avanzan las tecnologías de punta. Queda, pues, eliminada la participación del hombre en la creación de su propia historia. Por otra parte, esas técnicas avanzadas o saberes prácticos acaban desintegrándose en disciplinas científicas sin conexión entre ellas y pierden todo contacto con el mundo vivo de la cotidianidad.
Hemos dicho que la metafísica es una ciencia que siempre tiene una visión global del mundo, aunque sea vaga y oscura, mientras que los saberes prácticos y las distintas técnicas ignoran la existencia como totalidad. Esta situación nihilista o bárbara, a que ha llevado la tecnología aplicada, exige una síntesis del saber, la unificación de conocimientos, como pide Geymonat, o sea, una metafísica ingenua y natural. Y ya se vislumbran perspectivas que orientan hacia una conquistadora reconciliación entre ciencia técnica y sabiduría humana metafísica. En este sentido, Juan David García Bacca afirma que la física actual es metafísica porque transforma el mundo, o la metafísica es física atómica que nos explica y revela el micromundo que permanecía escondido a nuestros ojos. Así, la tan denostada tecnología, por los irracionalistas y los románticos, se convierte en metafísica porque, después que se ha operado la necesaria diferenciación que exigen las distintas técnicas o saberes prácticos, busca restaurar la unidad sintética del mundo. Esa barbarie del especialismo a que aludía Ortega y Gasset fue una etapa del conocimiento científico para llegar, más tarde, a la reunificación del saber. El problema de esa desintegración de la ciencia en saberes unilaterales se debe a la acumulación de los datos empíricos y conocimientos científicos que no se meditan a posteriori, dejando la experiencia científica en un estado de desconcierto y perplejidad, como sostiene el gran biólogo Faustino Cordón. Sólo por la praxis, acto creador y unificador del pensamiento, el hombre puede operar sobre las distintas técnicas y se convierte en el sujeto activo y productor o fundamento metafisico de la tecnología. Por el proceso técnico, la naturaleza se convierte en historia, y la historia manifiesta los cambios y transformaciones que experimenta el hombre para llegar a realizarse.
Creemos que es inseparable la metafísica, expresión del hombre real, de la técnica, saber práctico necesario para aprehender los objetos del mundo. Sobre esta problemática humanización de la metafísica y, a la vez, de la tecnología, evoquemos el valor profético de una reflexión de Antonio Machado en Sueño y metafísica: "El pensar metafísico, que es el específicamente humano, está abierto a la espontaneidad intelectual y a las preguntas infantiles".
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