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Becker cerró a Lendl por tercera vez el camino de Wimbledon en un duelo de bombarderos

Alex Martínez Roig

La final masculina de Wimbledon tendrá, por segundo año consecutivo, a Boris Becker (RFA) y Stefan Edberg (Suecia) como protagonistas. Ayer, Boris Becker, en un sensacional duelo de bombarderos, derrotó a Ivan Lendl (Checoslovaquia) por 7-5, 6-7 (2-7), 2-6, 6-4 y 6-3, en cuatro horas de partido. La lluvia volvió a perturbar el desarrollo normal del torneo y no pudo disputarse la final femenina, Steffi Graf-Martina Navratilova, que se juega hoy (dos de la tarde, televisiones autonómicas) antes que la masculina.

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Ivan Lendl falló en su tercer intento de superar la barrera que forma frente a él Boris Becker. En 1986, Becker le derrotó en la final en tres sets; en 1988 le ganó en semifinales en cuatro, y ayer le venció en cinco mangas. La única esperanza que le queda a Lendl, de 29 años, es que cada vez gana un set más, y que, según los cálculos matemáticos el año próximo le tocaría ganar.La semifinal fue un ejemplo de violencia subliminal. En el tenis no hay contacto físico entre los jugadores, pero la potencia de los servicios de Lendl y Becker, y los tremendos golpes desde el fondo, no tenían ayer ninguna delicadeza. Era una violencia presente en cada golpe, en cada gesto de los jugadores. El duelo se asemejaba al que pueden tener dos tipos que abandonan un bar de baja estofa a altas horas de la madrugada, dispuestos a dirimir a puñetazos sus diferencias. Una pelea parecida a la de John Wayne en El hombre tranquilo, en la que todos los puñetazos van directos al rostro, sin defensa alguna. Y, de repente, después de cuatro horas de violencia, uno de los dos recibe un ya débil puñetazo y cae al suelo, inconsciente, pero con los ojos aún abiertos. Ese, ayer, era Lendl.

El saque, clave

Los dos jugadores basaron su estrategia en el saque. Era incluso peligroso estar al borde de la pista, porque las bolas eran difíciles de seguir incluso con la mirada por la velocidad que alcanzaban. Becker fue el que comenzó más tranquilo, y, después de 47 minutos de bombardeos, acertó a romper el saque en el decimosegundo juego, en el único mimento de debilidad de Lendl. Pero a partir de ese momento, Lendl recuperó la iniciativa. Se le veía más extrovertido que de costumbre, más ambicioso, con más ganas de vencer a una hierba que nunca se le ha rendido. Esa decisión le llevó a ganar la segunda manga en el juego decisivo (tie-break), y a escaparse con un 3-0, y dos roturas de servicio a su favor, en el tercer set antes de que apareciese la lluvia cuando se había jugado durante dos horas y 18 minutos.

Interrupción salvadora

El partido estuvo interrumpido durante una hora y 14 minutos, y eso seguramente salvó a Becker, que tuvo tiempo para reflexionar y para darse cuenta de que estaba cerca de pasar por la puerta de salida del torneo. Y aunque Lendl ganó la tercera manga por 6-2, Becker reencontró parte de su ambición perdida.

El momento clave del partido estuvo en el sexto juego de la cuarta manga. Becker había perdido su saque en el juego anterior, pero acertó a recuperarlo con una doble falta final de Lendl. Ahí Becker puso en marcha el juego que le llevó a ser comparado con los panzer en las finales victoriosas de 1985 y 1986. Sirvió ya sin concesiones, y no permitió que Lendl tuviese ni una sola oportunidad de volver a romperle el saque. Y cuando Lendl se encontró con 4-5 al final del cuarto set, su resistencia mental se quebró. Estaba más cerca que nunca de al canzar la final del torneo que más desea en la vida, y que posiblemente nunca ganará. Pero, tras salvar tres bolas de set, se encontró de nuevo muy lejos de su sueño.

Y esa sensación se apoderó ya de él en la quinta manga. Ya no se encorajinaba a sí mismo; ahora se enfadaba con todas las decisiones de los jueces. El partido se le iba poco a poco, y Becker, sin piedad, mimando la raqueta antes del saque con la frialdad con la que un asesino profesional cuida su rifle, le rompió primero el servicio en blanco en el cuarto juego -con la séptima doble falta de Lendl [Becker hizo 11]-, para cerrar el partido con un juego en blanco con dos aces y un punto directo de saque.

Lendl perdía así su tercera oportunidad de ganar Winibledon ante el jugador alemán. Becker, pese a su frialdad, aún tuvo oportunidad en alguna ocasión de ejercitar sus saltos en plancha, como en sus mejores momentos del torneo años pasados. Pero a diferencia de entonces, donde casi todo eran gestos, la madurez le ha dado otras alas, las de la seriedad y la concentración para dar la vuelta a situaciones comprometidas.

Al número uno del mundo, por su parte, continúa escapándosele el torneo más prestigioso. Ha mejorado con su profesionalidad innegable en la hierba, pero no puede arrasar como en otras superficies.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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