Lo virtual

Estamos hartos de polemizar sobre El péndulo de Foucault y aún quedan meses para que la novela de Eco avasalle nuestros escaparates. La chiquillería ha reconvertido el skyjama de Supermán por el de Batman mucho antes de que los exhibidores se enteraran de la nueva mitomanía, incluso antes de que finalizara el rodaje de la película. Todo el mundo sabe que al cabo del neopop es Hopper, o que mucho antes que Warhol y acto seguido de Duchamp es el autor de Nighthawks, pero hasta el otoño no llegará la exposición de Marsella. Saturados de fingirnos yuppies o dinks, abrazamos la liturgia motorizada de los rubs (rich urban bikers), aunque de momento basta un minicine para cobijar el parque nacional de Harley- David son, el instrumento de trabajo de la nueva tribu.Uno de los rasgos más disparatados de las mareantes y movedizas modas actuales es que para comulgar con ellas hay que oficiar de adivinos de las modas venideras. Ya no se trata de saber lo que se lleva en este preciso instante y llevarlo, consumirlo y ostentarlo. Se trata de saber lo que se llevará mañana, de echarle más entusiasmo a lo que puede suceder que a lo que sucede. Lo chic es preferir lo virtual a lo real, lo posible a lo inmediato, el efecto a la causa. Las mercancías que causan furor todavía no han llegado al mercado. Los productos de moda carecen de consumo inmediato. A los mitos arrasantes todavía les falta el estreno, la edición, el escaparate, la cartelera, la ceremonia. El acontecimiento ya no es lo que acontece, sino su expectativa. El evento es el advento. Los viajes del Papa ya no pueden competir en espectacularidad e interés informativo con los barrocos preparativos para el recibimiento papal. Los sondeos electorales provocan más pasión que las elecciones. Los muertos reales de la operación salida tienen menos impacto que los muertos potenciales de las estadísticas de la operación salida. En definitiva, lo virtual se impone a lo actual.