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Tribuna
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Un país de pirilampos y colectas

El periódico 0 Primeiro de Janeiro, en su suplemento dominical del 18 de junio de 1989, publicó un reportaje de tres páginas del que es autor César Hernández, del prestigioso EL PAÍS, y publicado en ese periódico el 11 de junio de 1989. En él, el articulista pretende hacer escarnio del buen nombre y las tradiciones del pueblo portugués.En síntesis, daré a los lectores unas breves reseñas de su venenoso escrito.

Dice que Portugal "es un país de pirilampos y colectas". "Donde la caridad cristiana sustituye a las obligaciones del Estado". Para "nuestros hermanos", Portugal es un país tercermundista, en el que "todos andan en burro", miserable.

"Con una población pobre de espíritu, que nunca hará nada y a la que come la envidia de la superioridad española". Y uno de los españoles entrevistados asegura: "Si no fuera por los precios, no vendría ni el gato".

Como no me gusta nada la forma partidista en que se expresa el periodista -si en verdad se le puede reconocer esa noble profesión (?)-, creo oportuno entrar en danza y contestarle.

¿Comentarios? Sí, puede haber algunos.

No es la primera vez que leemos en la prensa estas amabilidades injuriosas de "nuestros hermanos" (?) españoles.

Es fácil criticar negativamente, y el articulista vino a Portugal con ese propósito. Tan sólo a registrar lo que vio y oyó de negativo.

"Nuestros hermanos" españoles, que también viven con miserias, mil dificultades, mucho desempleo, prepotencias, arrogancias e incluso ignorancia, y en algunas provincias luchan por la autonomía, en unas con palabras y en otras con acciones directas muy violentas, nos hacen recordar a los turistas norteamericanos, materialistas y racistas, que vienen a Portugal, y a otros países, y al contemplar un monumento o palacio lleno de historia y belleza (que desprecian) apenas si saben, con un gesto de arrogancia, hacerle al guía la pregunta sacrílega: "Dígame, ¿cuánto puede costar esto en dólares?".

"Nuestros hermanos" están copiando de los países ricos los vicios de la vacua vanidad humana, el orgullo destemplado, en el que el factor arrogancia, hijo del virulento mal de la riqueza, envenena almas y espíritus, que lleva inconscientemente a ver todo bajo el prisma del complejo de superioridad, del desdén ofensivo e injusto.

Lo que escribió el periodista lo escribió con la visión preconcebida de enfocar y citar solamente los aspectos negativos y ocultar los valores positivos, morales, humanistas y de solidaridad, que son los atributos del alma lusitana. No fue honesto ni imparcial.

El articulista sólo quiso manchar, en ningún momento exaltar. Quiso llevar una imagen irreal y mentirosa a millones de españoles. Trajo una misión informativa. Se vendió para poder escribir. Porque una imagen real es un todo, y no simplemente una parte.

Gratuita, maliciosamente, quiso ofender a un país y a sus honrados e ilustres hijos, que no se avergüenzan de su pobreza ni de su atraso. Viven felices pobres en su paz de 800 años.

En contra de lo que él dice, los portugueses no conocen mal a sus "hermanos" ni su historia.

Todos los portugueses tienen a orgullo ser hijos de este pequeño rectángulo lusitano, y jamás (ni esclavizados) admitirían la fusión ibérica.

El portugués no envidia la riqueza de los españoles (como nos quiere hacer creer); tiene, eso sí, bien vivo y siempre presente el sentimiento nacionalista de su independencia y libertad, y jamás, cualesquiera que sean las promesas de riqueza, gloria o felicidad, renunciará a ser portugués, lusitano, y nues-

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Un país de pirilampos y coletas

Viene de la página anteriortra historia lo ha demostrado a lo largo de los siglos.

Portugal es un país encantador, hospitalario, pobre, que canta en los campos su alegría, ama la paz y es muy celoso de su felicidad interior, que no se conquista con la riqueza.

Los portugueses no son belicosos como los españoles, que tienen su historia manchada de tremendamente crueles guerras civiles, fértiles en decenas de miles de fusilamientos y millones de muertes fratricidas.

Tampoco tienen el temperamento bárbaro, aterrador, inhumano, de sus descubridores y exploradores, que para dominar a los pueblos amerindios no les importó exterminarlos fríamente bajo la ley del fusil o de la bayoneta.

Su historia está manchada por muchos crímenes, incluida la traición, siendo el ejemplo más clamoroso la ejecución sumarísima del emperador inca Atahualpa por Almagro y Pizarro, a pesar de haber dado como rescate por su vida una sala de su palacio (donde estaba prisionero) llena de oro hasta el techo. Y el emperador del pueblo azteca, Moctezuma, prisionero de Hernán Cortés y después muerto por éste. El casi exterminio de esos dos pueblos (y de sus civilizaciones) puede dar al lector una pálida imagen de las terribles matanzas de la codicia del oro.

En Portugal se respeta al hombre, se recibe con el corazón al visitante y se practican el amor, la caridad y el humanitarismo, incluso con los animales, nuestros hermanos, como decía Francisco de Asís.

En Portugal no se mata a los toros cruelmente, con la espada clavada en el corazón, hasta la bola, para regocijo de multitudes ávidas de sangre, biliosas, ricas y sabias, pero bárbaramente incivilizadas, inhumanas.

Esto no sucede en Portugal, sólo en la España de los millonarios.

Portugal se enorgullece de presentar al mundo un valioso documento de su civilidad y humanismo. Una de las cartas de Pero Vaz de Caminha da cuenta al rey don Manuel I de lo siguiente: "Durante la celebración de una misa, los indios venían de cerca y lejos. Algunos se subían a los árboles para observar. Al poner unas alfombras en el suelo delante del altar comprendieron que era una invitación de hospitalidad y se acercaron y acostaron y durmieron un sueño santo y feliz...".

Qué hermosa y bella lección de recibir-confraternizar-convivir.

Después de escribir todo esto me viene a la memoria que España es la patria de Don Quijote y Sancho Panza, símbolos del alma española, tan celebrados por esos mundos de ahí fuera. El primero, por ser un auténtico megalómano, y el segundo, por ser un rústico ignorante.

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