Cárcel con horario de oficina
Reclusos holandeses experimentan un nuevo tipo de reinserción social en la fase final de la condena
Desde hace dos meses, un grupo de 10 personas penetra todas las mañanas, a las 8.30, en un edificio de Rotterdam primorosamente decorado en tonos azules y dotado de grandes ventanales y un joven jardín. El lugar, situado frente a un céntrico canal de la ciudad portuaria holandesa, ocupa parte de la manzana destinada al Palacio de Justicia, pero semeja más un pequeño hotel que el Centro Diurno de Reinserción social que acoge. Aquí no hay servicio de vigilancia, puertas blindadas ni controles electrónicos de seguridad, aunque sus inquilinos son presos en la fase final de su condena.
La verja de acceso principal está siempre abierta y el despacho del director, Jan de Haast, aparece frente al taller de juguetes de madera. En este lugar, la disciplina y unas reglas tan estrictas como invisibles rigen la vida de una decena de presos que dentro de seis semanas recobrarán la libertad.Los actuales inquilinos, todos hombres, han sido escogidos entre el grupo de reclusos que había mostrado interés por el proyecto de reinserción, había cumplido una condena mínima de nueve meses, habla correctamente holandés y reside a una hora de camino del edificio.
Su perfil de candidatos ha sido dibujado por una comisión formada por representantes del Ministerio de Justicia holandés y del centro de reclusión donde se encontraban, además de psicólogos y trabajadores sociales que les conocen. Su selección les iguala ahora en la consecución de un duro proyecto de trabajo con el que aprenderán a solicitar un empleo, tratarán de recuperar el contacto con los problemas de una casa, confeccionarán juguetes de madera y, sobre todo, podrán expresar sus dudas y temores ante el regreso a la sociedad.
Sus familias, por otra parte, estarán con ellos todas las noches y durante los fines de semana, al parecerse su horario al de una oficina normal. Ahora, sin embargo, sus destinos son las salas de reunión, el taller de trabajos manuales y el jardín, que deben crear en la parte trasera de la casa y donde ahora salen a tomar el sol a la hora del café. Las instalaciones son sencillas y prácticas y el ambiente relajado y animoso.
Coperación
Este plan de reinserción social recién estrenado basa su fuerza en la cooperación del elegido, que sabe que un retraso puede costarle su puesto y la vuelta a la cárcel para esperar el final de la condena. "Durante las seis semanas que pasan aquí, una psicóloga y varios expertos, llegados, por ejemplo, de oficinas de empleo, hospitales o el servicio de viviendas del Ayuntamiento, charlan con ellos y los entrenan en asuntos que parecen simples pero que resultan obstáculos casi insalvables tras haber estado mucho tiempo en la cárcel", asegura Jan de Haast, de 40 años, que empezó como funcionario de prisiones y dirige ahora el proyecto de Rotterdam. De Haast sabe que buscar una casa o disfrutar del tiempo libre puede convertirse en un ejercicio infernal para alguien que ha perdido el contacto con la sociedad.
En el centro de detención diurna de Rotterdam, sus internos reciben cada semana 50 florines, además del importe de los viajes en transporte público y el precio del café y la comida. La suma forma parte del programa y debe ser bien administrada. "No podemos prescindir de una buena organización, pero la clave de nuestro proyecto radica en el interés real de los elegidos en reinsertarse, y manejar su propio dinero forma parte de ello. En el grupo actual hay ya dos personas que serán entrenadas al finalizar su estancia para acceder a su primer empleo". Según De Haast, además, si el plan logra buenos resultados, en el futuro podrán acoger también a mujeres y jóvenes que no sean menores de edad. "Este centro se ha concebido como sede de la fase final de la condena, y de ahí que no tengamos que pedirle permiso al juez para traer al recluso. El Ministerio de Justicia, eso sí, sigue atentamente el desarrollo de las actividades. Esta supervisión puede resultar muy beneficiosa, ya que sus responsables deben decidir si otras casas similares se abrirán en Holanda".
De ser así, el panorama carcelario holandés variaría sustancialmente, abaratando sus costes. Aunque ahora cada preso dispone de una celda individual, la falta de espacio es un problema grave que no resuelven los permisos de fin de semana.
Mejor reinserción
Un proyecto de división de las celdas incluyendo en ellas a dos internas fue rechazado por los propios responsables de prisiones, que aludieron a las dificultades de vigilancia y a los peligros que ello comportaría para los funcionarios. "Nosotros elaboraremos un informe al final del primer año, y, si bien este plan no va a suprimir la existencia de las cárceles, sí puede descongestionarlas, al trasladar a los presos durante seis semanas y al ayudarles a lograr una mejor reinserción social que, en el futuro, podrá evitar la reincidencia en el delito".
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