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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La España de Frascuelo

RUIZ-MATEOS ya ha conseguido lo que se proponía: obtener la inmunidad parlamentaria. El desenlace ilumina retrospectivamente iniciativas que en su día pudieron parecer chocantes. Este señor está acusado de apropiación indebida, fraude a la Seguridad Social, operaciones ilegales de divisas, injurias al jefe del Estado, falsedad, estafa y otros delitos. Para evitar ser juzgado, el ex propietario de Rumasa ha recurrido a todo tipo de procedimientos, legales o no, el último de los cuales fue renunciar a última hora a su defensa. Las reiteradas declaraciones de Ruiz-Mateos sobre su voluntad de comparecer ante la justicia resultan, por tanto, claramente contradictorias con una práctica deliberadamente orientada a sustraerse a su acción.Sus interesadas maniobras dilatorias se han visto favorecidas por la no desinteresada colaboración de determinados animadores del cotarro nacional empeñados en convertir al ridículo actor sin público en figura señera del espectáculo. Tras el éxito de su colaboración, algunos han esbozado tímidas lamentaciones; pero otros, astutos, le han dado vuelta al argumento y ahora afirman que todo ha sido una calculada operación del Gobierno destinada a quitar votos al partido de Fraga: "¿Por qué, si no, no le detuvieron?". Claro que si le hubieran detenido -como debió hacerse-, esos astutos estarían ahora diciendo que el encarcelamiento del empresario había sido una maniobra destinada a convertirle en una víctima a fin de arrebatar votos a la derecha.

Lo cierto es que, con o sin estas ayudas, Ruiz-Mateos ha obtenido más de 600.000 votos. La discusión sobre si se trata de votos potenciales del PP o de la extrema derecha carece de sentido. En España, el voto franquista residual se refugió en el partido de Fraga, si bien, a estas alturas, constituye un componente minoritario del mismo. Este franquismo latente, más bien nostálgico, carece -a diferencia de la extrema derecha francesa o alemana- de densidad ideológica. Se agota en el gesto. Si alguien enarbola una bandera, van detrás. Pero no por identificación con unas ideas o un programa. El de Ruiz-Mateos lo conocimos ayer: "Dios, Papa y propiedad privada". Al parecer, es lo que va a proponer en Estrasburgo. La España eterna, luz de Trento y martillo de herejes, devota de Frascuelo y de María, aportará así su granito de arena a la construcción europea. Desde luego, es un voto antisistema, gratificante como gesto para defraudadores del fisco y aspirantes a estafadores. Pero no es el germen de nada, sino el residuo de algo.

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