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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Thatcher, humillada en las urnas

SE VEÍA venir, pero nadie acababa de creerlo. La derrota de los conservadores británicos frente al laborismo en los comicios europeos (las estimaciones oficiosas dan a los segundos 51 escaños, por 26 a los primeros) constituye el primer gran descalabro de Margaret Thatcher en 10 años de paseo militar por la escena política británica. Por más que la abstención haya sido muy alta (65%), el triunfo laborista ha superado los sueños más optimistas de sus líderes: esperaban ganar por 4 puntos de ventaja y lo han hecho por 12.Durante la última década, Margaret Thatcher ha tenido enfrente a una oposición dividida en confusas opciones socialdemócratas y liberales, al tiempo que el tradicional partido de la alternativa, el laborismo, perdía en más de una ocasión (en intenciones de voto) su posición de principal fuerza opositora. Pero desde que, en 1983, accedió al liderazgo del Labour, el galés Neil Kinnock ha ido convirtiendo su partido, ahogado por la tenaza sindical y rehén de un arcaico sector izquierdista, en una opción aceptable para un electorado que le había vuelto la espalda reiteradamente. Su último éxito fue imponer a la comisión ejecutiva de su partido la renuncia a la política declarada de desarme nuclear unilateral y la aceptación del papel motor del mercado en la economía. Poco después, los laboristas infligían a los conservadores una seria derrota electoral parcial en un distrito que había sido tory durante los últimos 70 años.

Aquella elección, como ahora los resultados de los comicios europeos, confirman que Margaret Thatcher vuelve a tener un solo adversario y que éste está decidido a recuperar el poder. La elección para Estrasburgo debía servir para medir el grado de resistencia que algunas de las posiciones antieuropeístas adoptadas por Margaret Thatcher suscitaba en el cuerpo social británico. Y en esto el veredicto del electorado británico sí es concluyente: el Reino Unido no quiere perder el tren de una Europa unida, hacia la que Mijail Gorbachov y George Bush han mostrado mucho más entusiasmo que Margaret Thatcher.

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