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Xavier Carbonell

'La paz y el sol', para la sede de la Unesco en Paris

Su nacimiento, en Olot, en 1942, coincidió con el nombramiento de su padre, Lluís Carbonell como profesor de dibujo de la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal. Esta efeméride familiar traería consigo una infancia rodeada de juguetes atípicos: carboncillos, pinceles, pinturas y telas. Posteriormente, este contacto directo le llevaría a dedicarse plenamente a la pintura, a la escultura, a la escenografía y a la enseñanza de las artes plásticas. Hoy, Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), hace entrega de su cuadro La paz y el sol a la sede de la Unesco en París.

A raiz de que su mujer, la escultora Rosa Serra, presentó ante el Museo Olímpico de Laussane su obra La suite olímpica, Xavier Carbonell conoció al director del museo quien le pidió que donara un cuadro. El cuadro causó tal impacto que Juan Antonio Samaranch no se lo pensé dos veces y le encargó otro, cuyo tema fuera la paz, para ser donado a la Unesco. Tras dos años de gestación, hoy la figura de varios niños africanos rodeados de palomas y del sol perenne de su continente "que representa el inconveniente del mismo y a la vez su fuente de vida", colgará de las paredes de un organismo cuyo espíritu es la práctica diaria de Xavier Carbonell: la educación, la ciencia y la cultura.La enseñanza académica de Xavier Carbonell comenzó con sus correrías infantiles por el taller y academia de su padre "Me encontraba inmerso en un mundo lleno del lenguaje y del hacer artístico". A los 15 años, sus proyecciones laborales eran dos: "Trabajar en un banco o en el taller artesano de mi padre". No tardó mucho en decidirse y escogió lo segundo. Así comenzó su perfeccionamiento en dibujo, pintura, escultura, cerámica y grabado y a participar en todo tipo de concursos. Expone por vez primera a los 22 años y obtiene el premio del II Concurso de Pintura de Olot por una obra enmarcada en el paisaje urbano de su tierra, y que después culminará con Homenaje a Gaudí, realizada en 1977.

Su interés por "vivir in situ" los quehaceres artísticos le lleva a viajar a París para deambular por los lugares y paisajes "a veces tópicos, pero reales", dice Xavier, del ambiente bohemio que después se "transforma en inspiración". Esta experiencia traerá consigo una nueva tendencia, la del intimismo, que después reflejará en cuadros dedicados a la mujer, los niños y al entorno popular: El molino, La paloma y Café de Perpiñán.

"Me comenzó a preocupar también el mundo del espectáculo, tras dibujar a unas cuantas vedettes de la Scala". Fue así como se inspiró para realizar una obra sin precedentes: la representación iconográfica de las óperas mas famosas como La Boheme, Aida y Otelo.

Ni su vida íntima se escapa del marco artístico: convive a ratos" desde hace 18 años con la escultora Rosa Serra. "Así siempre estamos deseando vernos", señalan ambos.

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