Impresentables
SI LAS direcciones de los sindicatos y de RTVE se hubieran puesto de acuerdo para hacer el ridículo conjuntamente, desprestigiar la capacidad de nuestros profesionales y poner en duda las dotes organizativas de este país para la realización de certámenes tan complejos como los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla o la capitalidad cultural europea de Madrid, difícilmente habrían conseguido un resultado mejor que el obtenido con la frustrada retransmisión de la final de la Copa de Europa de fútbol entre el Milán y el Steaua.La huelga de RTVE ha implicado no sólo la ausencia del campo de los equipos de toma de imágenes, sino el forcejeo sobre la utilización de la red pública de televisión para su retransmisión al exterior. Con ello, los sindicalistas de RTVE y los negociadores patronales intentaban conseguir que a los usuarios españoles perjudicados por la huelga se añadieran 300 millones más, en una hipérbole grotesca de lo que puede dar de sí la caricatura del sindicalismo de clase ejercida por quienes cobran del presupuesto del Estado y no están obligados a temer, a diferencia del común de los trabajadores, por el futuro de su puesto de trabajo. La huelga, para mayor gloria de unos y otros, se ha desencadenado por una diferencia de 0,6 puntos de aumento salarial y ha obligado a la movilización de cualquier tipo de recursos, desde aviones militares italianos hasta equipos de técnicos de Alemania Occidental, todo para intentar subsanar la chapuza urdida entre sindicatos y dirección de RTVE. El nuevo director general del Ente, Luis Solana, debiera felicitarse, siempre en compañía sindical, por el cumplimiento tempranísimo de sus deseos de dejar RTVE en tan buen estado como dejó la Compañía Telefónica: sin funcionar.
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