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CRISIS EN EL PAÍS DEL CANAL

Seguimiento desigual de la huelga general en Panamá

Antonio Caño

ANTONIO CAÑO, ENVIADO ESPECIAL, La oposición panameña perdió ayer una oportunidad de oro de debilitar el régimen del general Manuel Antonio Noriega. El paro general convocado fue irregularmente seguido y sólo sirvió para darle aire al jefe militar de Panamá y para desanimar a una población cansada después de dos años de protestas inútiles.

A la hora de la verdad, este pueblo de fenicios pensó más en sus intereses particulares que en los lejanos y turbios intereses de la política nacional. Las amenazas del Gobierno, la anunciada movilización de los temidos batallones de la dignidad y las divisiones surgidas en las filas opositoras, contribuyeron a que la jornada de huelga no fuese el acto masivo de protesta que se esperaba.Los vendedores españoles de muebles abrieron sus puertas, aunque protegidas por tablas. Los chinos despacharon su fruta, los judíos vendieron sus telas, los indios mantuvieron abiertos sus negocios de aparatos eléctricos. Los griegos, italianos y franceses tampoco cerraron los supermercados y los restaurantes. Circularon la mayoría de los taxis, y apenas se apreció descenso en el número de autobuses públicos, cuyo sindicato está estrechamente controlado por el Gobierno. Todas las gasolineras suministraron combustible. A lo largo de la jornada muchos establecimientos fueron cerrando sus puertas por falta de clientes.

Hasta bien entrada la tarde, la situación en la capital panameña era prácticamente normal, si bien se observó un menor número de personas circulando por las calles. La presencia policial tampoco fue superior a la de días atrás, aunque las autoridades habían advertido la noche anterior que las fuerzas antidisturbios -los llamados doberman- se encontraban en estado de alerta.

En el undécimo piso del hotel Ejecutivo de la ciudad de Panamá, los dirigentes de la oposición trataron durante todo el día de revertir esta situación a su favor. Portavoces opositores dijeron que muchos comercios habían abierto bajo amenaza de ser privados de la nacionalidad.

Discrepancias en la oposición

En los últimos días han aparecido discrepancias entre los principales líderes de la oposición sobre la estrategia a seguir. El candidato presidencial, Guillermo Endara, seguidor de la pasividad fatalista de su maestro, Arnulfo Arias, ha decidido que ya está bien de agitación y que es mejor dejar la situación en las manos del pueblo. El dirigente democristiano Ricardo Arias, respaldado por la primera fuerza política del país, es partidario de una línea más dura e intransigente.

Ambos saben, sin embargo, lo dificil que resulta poner en marcha en Panamá un movimiento impulsado por las clases media y alta, cuyos dirigentes no han conseguido todavía penetrar en el resto de la sociedad. El temor a la represión, el terror que desatan entre la población acomodada las noticias sobre los malos tratos en las cárceles, la nueva amenaza de los batallones de la dignidad, pueden no ser elementos disuasorios en otras conocidas luchas contra dictaduras militares, pero son más que suficientes por ahora para contener la movilización en Panamá.

La situación -y la oposición- queda, por tanto, pendiente de la presión internacional. Hace 14 meses, la Cruzada Civilista montó una estrategia de lucha sobre la base de que EE UU derrocaría a Noriega; hoy, si no se produce un cambio imprevisto, la oposición está a punto de caer en el mismo error, aunque esta vez existe menos confianza en EE UU y mucha más en el papel que pueden tener los países de América Latina.

A falta de protestas callejeras, la oposición no cuenta con una fórmula negociadora eficaz. Ricardo Arias insiste en que, pese a aceptar la concertación con los militares, ningún nuevo Gobierno puede tomar posesión mientras Noriega se mantenga en la comandancia de las Fuerzas de Defensa. Y Noriega, callado, espera la hora de actuar.

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