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La travesía del 'camello'

Luis nació en un pueblo de La Mancha que no quiere recordar. Llegó a Madrid hace 11 años para hacer la mili y se enganchó a una ciudad renacida. Iba descubriendo con los ojos vidriosos fiestas, verbenas y pasquines políticos. "Aquello fue muy fuerte, y más para un chaval que venía del siglo pasado. Al terminar la mili, lo tenía claro: me buscaba la vida en Madrid o me volvía al tractor. Seguí el camino habitual: mensajero, repartidor de propaganda, vendedor de libros... hasta que me harté de que me explotaran"."Yo siempre he fumado porros, desde el día en que llegué aquí. No puedo separar la marchita de la ciudad de los efectos de un canuto". Empezó en la calle. "Vendía para fumar yo, para hacer amigos y para conocer a la basca. Después de un par de años, me di cuenta de que tenía una clientela fija. En realidad, era lo único que tenía. Dejé los intentos de currar y me dije: voy a vivir un poco la vida. Ahora me lo hago desde casa y para un grupo muy reducido de colegas". Luis recibe una media de 10 visitas al día, que pueden llegar a triplicarse los fines de semana.

Su clientela le compra 12 gramos (4.000 pesetas) o 25 gramos de hachís (8.000). Nunca pasa una cantidad menor. "Es el consumo habitual. Tengo un cliente que trabaja en TVE, otro que dirige una agencia de viajes, varios empleados de banco, incluso un policía. En fin, mis colegas: hemos crecido juntos. Son gente situada que viene por casa y me cuenta sus cosas. Se forman tertulias muy guapas. Tienen unos 30 años y llevan fumando tanto como yo. A veces, para una fiesta o un concierto, me piden algo de coca. Pero muy controlado todo. A alguno le he dicho que no le pasaba más coca porque veía que se estaba enganchando y que empezaba a vivir para meterse. Heroína no he pasado en mi vida, ni pasaré. Eso es otro rollo".

Depurar clientela

"Lo difícil de este negocio es saber pararse. Yo tengo asumido que no voy a hacerme rico. Puedo ganar 150.000 pesetas al mes; 200.000 a veces. Lo importante es cerrar bien el círculo". Luis se cambia de casa cada dos o tres años. Es la manera de depurar a la clientela que no le gusta.Luis se levanta tarde y escucha música o lee. Le gustan sobre todo las biografías de personajes históricos. Ha leído últimamente una de Isabel la Católica. Lo que lleva peor es la relación con su compañera, a la que conoció cuando llegó a Madrid: "No le gusta mucho el rollo, y se mosquea. Pero yo le digo que dónde vamos a ir sin formación, sin oficio. Esto nos permite vivir con libertad y a nuestro aire". Su compañera estuvo trabajando, pero ahora está cobrando el paro.

La acomodación del camello responde a la estabilidad de una generación "que se quedó colgada de Pink Floyd con el porro en la mano", define Luis. En otros ámbitos, la situación ha cambiado. "Entre la gente más joven, eso de hacerse un porro está mal visto. Éstos van a lo bestia: se lo meten todo y se desmadran una noche, o se lo hacen de coca-cola. Mi clientela se relaja con el par de porros que se fuma cuando llega a casa, y se olvida del jefe y del atasco. Con el canuto mantienen también cierto rollo contestatario y exótico. Vamos, que les gusta, como otros se toman sus cubatas o se van al bingo".

"Nadie se arriesga"

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Luis constata que cada día hay menos gente que se dedica al tráfico de hachís. "Ya casi nadie se arriesga. Si te pillan, dependes del juez, no de la cantidad ni de la sustancia. Además, es mucho más fácil mover coca o caballo que un piedrón de hachís. Y el beneficio, por supuesto, es muchísimo mayor. Yo sigo con el costo porque es lo que fuman mis amigos. Lo que tenían que hacer es legalizar esto, porque el consumo es habitual y masivo. Y, por supuesto, yo no me creo la cantinela de que el porro es el primer escalón para el pico. Al que se va a quedar con la jeringa colgando se le nota desde el principio".También han cambiado los hábitos de distribución, afirma Luis. "Eso de bajarse al moro son pamplinas. Ya nadie baja ni sube. La droga la mueven grandes mafias, que luego nos distribuyen a nosotros. Y nosotros, al cliente, en una cantidad media. Por eso nuestro margen de ganancia es pequeño: para el consumo propio y como un sueldo medio, nada más. Si lo adulteras, te quedas sin clientes. El dinero se hace en el primer escalón. Lo que tiende a desaparecer es el camello de calle, que pasa un talego, eso sólo existe con la heroína".

"¿El futuro? Pues, te digo la verdad, no me lo planteo. Claro que me gustaría tener un curro y no estar siempre metido en la marginalidad y con la paranoia: que si éste me mosquea, que si para un coche enfrente de casa".

Luis se revuelve en la silla: "Yo lo que quiero es que no me consideren como un camello; yo soy otra cosa. Tengo una cultura, he leído, he viajado. He luchado contra las circunstancias de mi vida como he podido. Sólo se vive una vez, tío. ¿Podría yo haber hecho lo que he hecho currelando 10 horas en una fábrica, o subido al tractor... eh, eh?".

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