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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ingratitud del museo

LA MASIVA afluencia a las exposiciones de centros como el Reina Sofía, la Fundación Miró o el antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo ha provocado por sí misma un cambio en la clase de público que se acerca al arte. Se trata de un público heterogéneo de condición, formación y edad, y en todo caso distinto del grupo más o menos avezado que visitaba hace un par de décadas esta clase de exhibiciones. Los montajes, sin embargo, siguen haciéndose a espaldas de la nueva demanda. Por lo general, un pequeño folleto gratuito y un catálogo que ronda el precio de las 2.500 pesetas es todo el material que se facilita sobre una obra para acercarse a la cual es con frecuencia indispensable poseer algunas claves. Ni un panel cronológico siguiendo la sucesión de los cuadros y esculturas, ni una guía donde se centre la tesis, ni una adecuada localización histórica asisten al visitante. Los folletos, apenas indicativos, suelen agotarse varios días antes de la clausura, y los catálogos, obra de expertos, con lenguaje de expertos, tienen fijado un precio disuasor para la inmensa mayoría. La consecuencia es que la visita se resuelve casi por entero con un mínimo aprovechamiento popular y no pocas veces con ninguno.El director del Reina Sofía acaba de anunciar el proyecto de editar unas guías didácticas para escolares y otras para el público. Pero sería necesario algo más, en ese centro y en otros similares. Los montajes deberían brindar la suficiente información pedagógica mediante carteles, casetes, vídeos, para que no se defraudara la solicitud de explicación de los concurrentes. La integración en los circuitos y exhibiciones internacionales y el interés del público son un hecho. Lo coherente es no malgastar este patrimonio, reservando la posibilidad de comprensión y disfrute efectivo a unos pocos. Especialmente las muestras temáticas, monograflias sobre un creador o sobre determinadas corrientes deberían plasmarse en claras oportunídades de divulgación, tal como por otra parte se hace en los mejores museos del mundo. Continuar con la presentación fría y casi solipsista de la actualidad no sólo puede juzgarse como una desidia, sino como un desdén hacia el gran público, que, de otro lado, es el que permite alardear de éxitos a los organizadores.

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