_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Malos tratos

Si la violación es equiparable al asesinato, pegar a un niño es un crimen. Este periódico decía el pasado domingo que serán unos 100.000 los niños que sufren malos tratos en nuestro país. Cien mil crímenes, por tanto, que a lo mejor quedan impunes. Y aún debe de haber muchos más.Cuando les vienen mal dadas, los niños lo tienen crudo. Los niños no disponen de más recurso que el pataleo. Los niños no pueden crear organizaciones para defender sus derechos, ni manifestarse en Atocha, ni reivindicar un ministerio de la condición infantil, ni rebatir las peregrinas teorías que sobre sus problemas airean de cuando en cuando brillantes oradores en solemnes foros.

Hay menosprecio y abuso de autoridad con los niños, y ahí empiezan sus males. Cuando un padre le dice a un niño: "Tú come y calla", ya le está tocando las narices. Esta sociedad en que vivimos es autoritaria y violenta, y cuanto más evoluciona, más autoritarismo y violencia genera. Esta sociedad en que vivimos tiene sacralizado el poder, que se reafirma pegando palos. Lógicamente crea frustrados, que intentan liberar sus frustraciones pegando palos también. Los palos pueden ser de cualquier orden, tanto da morales o físicos, siempre que crujan al prójimo. Víctimas propiciatorias son los débiles, nutrida categoría humana que conforma un amplísimo abanico de congéneres. Allí están los pusilánimes, los infortunados, los marginales, las mujeres que padezcan desamparo, y sobre todo están los niños, pues salvo el pataleo no tienen posibilidad alguna de defensa.

Los niños, cuyo derecho inalilenable es jugar, estudiar, tener amiguitos, vivir contentos, han de soportar, en cambio, los complejos y frustraciones de los adultos, la agresividad social, la locura que envuelve este dislocado mundo tan pagado de su civilización avanzadísima, y están abocados a ser, en cuanto crezcan, acomplejados, frustrados, agresivos, enloquecidos ellos también. Muchos, además, cobran. Ser niño no es ninguna bicoca en esta hora, y si se le pasa rápido la infancia, eso que llevará ganado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_