Abogados airados
HAY QUE acudir a la ayuda de la psicología para poder entender las motivaciones que han impulsado a los abogados crificos a abandonar de forma tan airada y contundente las sesiones del V Congreso de la Abogacía en Palma de Mallorca. Ninguna desavenencia sobre la organización y el desarrollo del congreso parece justificar por sí misma tal estampida, que deja malparado el primer cónclave de la abogacía española en la etapa democrática tras el batallador congreso celebrado hace 20 años en León. Alguna otra razón tiene que haber para que lo que no ocurrió entonces, cuando el enfrentamiento político estaba a la orden del día en el seno de la abogacía española, se haya producido ahora, cuando este tipo de tensiones ya han encontrado su cauce en las instituciones democráticas y no tiene sentido, por tanto, que se cobijen en las corporaciones profesionales, como antaño sucedía.El cisma abierto entre los abogados españoles reunidos en Palma de Mallorca tiene todas las características de última gota que colma el vaso de un largo período de frustración, sentida sobre todo por las nuevas generaciones incorporadas a la profesión. La problemática de estas nuevas hornadas que engrosan la abogacía -y no sólo la abogacía, sino también otras profesiones llamadas liberales- no puede resolverse, como ha venido siendo norma, con la táctica de la componenda entre bastidores y sin debate público. Bienvenida sea la estampida de Palma de Mallorca si sirve para animar la vida interna de los colectivos profesionales, para introducir discusión y apasionamiento en la desesperante grisura que rodea desde hace algunos años el debate sobre la formación y el papel que deben desempeñar en la sociedad española abogados, médicos, periodistas o arquitectos. Sólo así se podrá dar salida a la frustración y al descontento de miles de jóvenes profesionales. Y no sólo de ellos, sino también de una sociedad que tiene el derecho a exigirles cada vez mayor competencia y mayor compromiso con sus inquietudes y problemas.
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