Félix Oteruelo
Trabajar con el corazón, en todos los sentidos de la palabra
RAFAEL RUIZ, La clave de su vida radica en el microscopio electrónico, "que permite no sólo ver las células, sino meterse en ellas". Félix Oteruelo, nacido en Bilbao en 1941, ciudadano canadiense desde 1964, estudió Medicina, pero no quería ser médico: "Sufriría más que los pacientes". Apostó por la investigación y se ha hecho polémico en el mundo entero al afirmar que el tejido cardiaco puede regenerarse. Otros aspectos de su vida son, en cambio, reconocidos sin vuelta de hoja. Creador de una fundación de ayuda a los emigrantes hispanos en Canadá, el Gobierno de este país le ha nombrado ciudadano del año.
Trabajar con el corazón, como músculo y como sentimiento Por eso se ha fijado en él el Gobierno canadiense, que premia cada año a 25 personas e instituciones destacadas "por su dedicación voluntaria a reafirmar los principios que caracterizan a la ciudadanía canadiense".Se casó en 1964 y ese mismo año se marchó a Canadá. "Al principio lo pasamos tan mal que mi mujer y yo decidimos crear una fundación de ayuda para que todo hispano que llegara a este país no se encontrara con los mismos problemas". Repartió su dirección por igle sias, hospitales, comisarías y aeropuertos, y comenzó a reci bir llamadas telefónicas.
La fundación lleva trabajando 22 años, y de los miles de casos atendidos, el caso que mejor recuerda Félix Oteruelo es el de los 119 leñadores vascos que lle garon para trabajar en las industrias madereras del Norte, pero que se encontraron en Prince Albert sin saber qué hacer, ni adónde ir. Pasaron cinco horas nocturnas hasta que fueron alojados. Del grupo, unos 80 se han casado y quedado a vivir en Canadá.
Oteruelo ha fundado también la Escuela Hispánica de Saskatoon, ciudad de 200.000 habitantes en la que reside actualmente, y el Boletín Hispano, publicación mensual de carácter local.
Se le nota su larga dedicación a la docencia universitaria por la forma clara de explicar sus investigaciones. Imparte 500 horas de clase al año y coordina los trabajos de investigación de siete equipos, en Canadá, Noruega, Dinamarca y aquí en España, en Valencia; trabajos sobre las enfermedades degenerativas del sistema nervioso, trasplantes del hipocampo cerebral y, sobre todo, lo que más fama y rechazo le ha dado sobre la regeneración de las células del corazón. Su esposa, enfermera especializada en la química de los tejidos, es su mano derecha en los cultivos en placas artificiales.
La comunidad científica se le ha echado encima: "Doctor Oteruelo, todo el mundo sabe, de hecho, que el músculo cardiaco no se regenera". Él, convencido de que el presupuesto es falso, experimenta con corazones de ratas y cerdos, y asegura que inyectando una dosis de células satélites (activadoras de la regeneración de los músculos motores) en el líquido pericárdico, se puede detener la destrucción de células del órgano vital y evitar los mortales ataques cardiacos. De ser verdad, esto, unido a un programa informático que permite predecir qué individuos corren mayores riesgos, podría trastocar completamentte el actual orden de cosas. "Se acabarían los trasplantes de corazón".
Con la fusión fría y la regeneración del tejido cardiaco, el planeta Tierra estaría irreconocible.
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