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"Los camellos, pa'l desierto

Dos hermanos barceloneses han logrado 'desengancharse' después de que su padre asesinara a quien les vendía la droga

"Los camellos, pa'l desierto', les soltó el otro día mi hijo Maxi a unos muchachos que se pasaban una papelina de heroína aquí, en el bar, y los echó sin contemplaciones", explica Engracia Coto, esposa hasta hace cinco años de César Bordanau, que fue juzgado la pasada semana en Barcelona por asesinar en 1987 a Miguel Ruiz, el camello de dos de sus hijos, delito por el que ha sido condenado a 12 años de prisión. "Mi mayor es igualito al padre", afirma la mujer mientras busca con la mirada el asentimiento de la clientela de un bar situado en el barrio barcelonés del Polvorín y regentado por su familia desde hace 31 años.

Alejandro -Alex para los amigos- es el primogénito, tiene 22 años y una hija de siete meses Poco tiempo después de que su padre, de 52 años y también drogadicto, fuera detenido ingresó en una granja de rehabilitación' de toxicómanos. Allí, en plena montaña de Montserrat, ha pasado los últimos nueve meses "Está totalmente recuperado", asegura su madre.Maximiliano tiene 19 años. Confiesa tener novia formal desde hace dos años. "Se llama Montse y es modelo". "Lo malo es que su padre, que es guardia jurado, no me traga por mi vida anterior", se lamenta. Maxi siguió el ejemplo de su hermano e ingresó en Can Puig, una granja para recuperación de toxicómanos situada en la montaña del Tibidabo, en julio del pasado año. "Estuve allí seis meses y en enero me dieron el alta".

Maxi confiesa abiertamente que Miguel Ruiz era su camello habitual. Relata, más acostumbrado a declarar ante la policía que a exteriorizar sus sentimientos, toda clase de detalles sobre los lugares y personas que participaban en la red de tráfico que utilizaban su hermano y él. El joven recuerda con nostalgia los domingos de su infancia. "En invierno, mi padre nos sacaba a echar fotos por ahí y en verano nos enseñaba a pescar". "Insistía mucho en que aprendiéramos a jugar a ajedrez porque, según decía, es un juego para inteligentes", añade. "Después todo cambió. Crecimos, Alex se echó novia y mi padre se enganchó".

El pequeño, César, de ocho años, es totalmente ajeno a la tragedia familiar y está interno en un colegio del Opus Dei. "Le hemos dicho que su padre está en Francia de viaje", explica la madre. Engracia Coto, de 48 años, confiesa que su vida matrimonial "fue demasiado hasta que César se enganchó".

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Conoció a Bordanau en el bar Sol y Sombra, en el deprimido barrio del Polvorín. "Él era taxista y tenía amigos por aquí". Se casaron en octubre de 1965. La separación del matrimonio se produjo después de que Montse, una joven drogadicta, "vecina de toda la vida", se interpusiera entre los dos. Sin embargo, las relaciones entre la pareja siguieron siendo amistosas. "Desde que está en la cárcel, le lavo la ropa y le compro lo que me pide a través de mi suegra". La mujer asegura que, para ella, "César se ha acabado". Pero añade: "Ojalá salga pronto, por mis hijos".

Maxi, que no ha visto a su padre desde que ingresó en la granja terapéutica, asegura convencido: "No creo que mi padre sea capaz de matar". Engracia sostiene que su ex esposo "nunca ha buscado pelea, pero si lo han pinchado ha reaccionado violentamente".

Bordanau ingresó en la empresa SEAT hace 20 años. Sus compañeros de la factoría de Barcelona lo consideran "un personaje extraño". "Se relacionaba más con los jefes que con nosotros", explica un obrero del Taller 7, donde Bordanau trabajaba como administrativo. "Tal vez era algo agresivo porque más de una vez sacó aquí una pistola. Pero que fuera capaz de matar es otra cosa".

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