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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La huida

LA FLECHA, como hubiera dicho el ayatolá, estaba ya lanzada cuando la mayoría de los ciudadanos atisbaba todavía, entre líneas, signos de esperanza. Porque en ese mismo momento, el jueves día 5, alguien a quien mentes débiles considerarán herélico guerrillero dispuesto a dar su vida por la patria buscaba acabar con la de otros mediante un gesto anodino: depositaba en un buzón unos sobres destinados a matar o mutilar a quienes los abrieran. Un profesor de la escuela de formación profesional de Irún y un sargento destinado en Jaca fueron las primeras víctimas. Otras personas, con más suerte o mejor protegidas, evitaron serlo. Entre estas últimas, el anterior interlocutor de ETA en Argel. Como si quisieran subrayar con sangre lo que ellos entienden por diálogo. Todo estaba suficientemente claro, pero los terroristas han considerado conveniente añadir un trazo adicional mediante el asesinato de un sargento del servicio fiscal de la Guardia Civil. Porque su convicción más permanente, la única que les queda, es ésta: la letra, con sangre entra.En la lógica del terrorismo, la distinción entre víctimas casuales y deliberadamente buscadas carece de sentido. No es creíble, por ejemplo, que los remitentes de las cartas explosivas pensasen que Barrionuevo iba a abrir personalmente los sobres que se reciben en el ministerio. Pero es que el efecto buscado es precisamente que toda la población, desde los que tienen un vecino policía hasta los que pensaban viajar en tren en los próximos días, se sientan amenazados. Cuanto más indiscriminada y arbitraria sea la actuación terrorista, más eficaz será en orden al objetivo de amedrentar al mayor número de personas. Pero ese temor que ETA siembra a voleo no deja de ser un reflejo del inmenso miedo que padecen sus agentes ejecutores y quienes los amparan, justifican y halagan. Pues, vista retrospectivamente, la ruptura por ETA del proceso iniciado a comienzos de año en Argel sólo tiene explicación a partir de la interiorización por parte de esas personas de un insuperable pavor.

Instalados en una dinámica circular que empieza y acaba en la muerte de seres humanos, los jefes de ETA que han impuesto silencio a los interlocutores de Argel contemplan con estremecimiento la posibilidad de que un día puedan ser valorados no por su eficacia para matar o mandar matar, sino por sus ideas, su inteligencia, su valor moral. Los que, desde dentro del barco que derrota a babor y estribor, disienten íntimamente de esa línea de permanente huida hacia adelante temen que alguien pueda considerar su desacuerdo como desacato a la autoridad militar competente y callan. Y los que, proclamándose simultáneamente amantes de la paz y, amigos de los asesinos, elevan la voz para decir simplezas que sonrojan temen que la Prensa internacional deje de entrevistarlos si un día ETA deja de matar, y se dirigen a esos amigos haciéndoles saber que consideran "insuficientes" las posturas expresadas en la mesa argelina. Sólo ese miedo que turba el juicio y, paraliza la sensibilidad explica la tendencia de los terroristas a trabajar denodadamente por su propia perdición, a cerrar a sus espaldas cualquier salida practicable, a sucumbir ba o las piedras del templo, con o sin los filisteos dentro.

Vacuna contra el terror

Por ello, se equivocan los capitanes Centellas que, con aire indiferente, aseguraban ayer que todo vuelve a ser como antes y que, dado que "ETA sigue dispuesta al diálogo", no hay más que recomenzar el proceso donde estaba. Por una parte, será difícil que puedan volver a reunirse las condiciones que hicieron posible un proceso como el que acaba de cerrarse. Por otra, la experiencia de estas semanas ha vacunado a la gente, y en primer lugar a los ciudadanos vascos, contra cualquier ingenuidad respecto a las intenciones de ETA. Se ha demostrado que el conglomerado que se agita en torno a esas siglas no está todavía dispuesto a aceptar su derrota política, expresada en el rechazo explícito de aquellos mismos en nombre de los que pretende actuar. Aún ayer, el abogado Txema Montero tenía la desfachatez de interpelar al presidente del Gobierno ante el Parlamento Europeo acusando al Ejecutivo de utilizar un "doble lenguaje" y asegurando que "nosotros damos valor de ley a la palabra dada". Podría el señor Montero haber añadido que sus correligionarios de la bomba imponen esa ley por el expeditivo sistema de la ejecución sumaria y sin juicio previo, y que no hay otro doble lenguaje que aquel que añade, al de la palabra, el de las pistolas.La conclusión es desalentadora, pero inevitable. Sólo aceptará ETA un diálogo viable, y sería insensato ignorar que algún día habrá de producirsecuando esté más debilitada de lo que ahora está. Es decir, cuando a la derrota política se añadan los efectos de la acción policial y judicial de un Estado de derecho que defiende a los ciudadanos de quienes pretenden morir matando.

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