¿Imágenes mágicas?
Los nuevos logotipos que anteceden a los telediarios no se reducen esta vez simplemente a un lavado estético de cara, sino que representan un intento ambicioso de transformar el sentido total de los espacios informativos diarios en televisión. Pero una cosa es desear el cambio y otra, bastante diferente, lograrlo. Las flamantes cabeceras no se diferencian brutalmente de las que les precedieron, y me atrevo a creer que tampoco serán muy distantes las que las sustituyan cuando las mudables opiniones de las jerarquías televisivas decidan que es necesaria otra nueva vuelta de tuerca. El cambio de cabeceras de los telediarios responde, a mi modo de ver, al mismo buen deseo de que todo cambie para que todo siga como está.Lo importante de unos espacios informativos de televisión es que informen verazmente. Que esa información esté antecedida por unas cabeceras buenas o malas es algo secundario, pero la verdadera renovación que aportan ahora estas sencillas imágenes debe analizarse no sólo en sí mismas, en su desnuda iconografía, sino en relación con los dibujos electrónicos a los que reemplazan. Si recuerdan, aquellos emblemas telediariescos de la era Miró volaban audaces sobre un horizonte azul y pródigo en dichas mientras una cámara aérea acercaba su ojo implacable y veloz a las grafías, separando quirúrgicamente la T de la, D hasta encontrarse con los presentadores. Aquello era una verdadera violación del espacio informativo -simbólica, se entendía-, mientras -las imágenes de ahora son más modosas y renuncian a toda pretensión transgresora porque se limitan a presentar humildemente la información.
Los responsables de este nuevo diseño han trabajado en un territorio conocido y, si hubieran avanzado en otra dirección distinta, es muy probable que nos hubiéramos sentido sorprendidos, porque es de rigor que toda empresa televisiva contemporánea que se precie acusa a la exquisitez de unas grafilas en las que la marca del ordenador debe estar presente ostentosamente. ¿Se le ocurriría a alguien en estos momentos volver al dibujo manual, por muy acertado e inspirado que fuese, para fabricar unas cabeceras? Probablemente no, porque se estimaría -injustamente, a mi modo de ver- que esos rasgos están anticuados. El grafismo informático, en cambio, colma todas las aspiraciones de los espectadores y nos reconcilia con la modernidad. Después de su fugaz visión aparecerán las nuevas caras que sonríen pidiendo perdón o recobran, como le sucede a Rosa María Mateo, irónicamente la amistad entrañable con los telespectadores.
Inocentes
Las nuevas imágenes que preludian las noticias que vendrán después son, si cabe, más inocentes que las anteriores e inauguran, si lo aceptamos así, una época en la que la información parece buscar más la confidencialidad que el grito estentóreo, aspirando a convencer de su inocencia e independencia por encima de todo. Esas grafías electrónicas parecen sencillas y poco ostentosas. Si admitimos que ellas pretenden traducir suavemente los contenidos inmediatos, se puede pensar que estamos asistiendo al nacimiento de una voz televisiva controlada y discreta que aspira a la imparcialidad y al sosiego y que buscará tranquilizar a la audiencia para transmitirle la idea de que, pese a lo que parece, nos encontramosen el mejor de los mundos posibles.
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