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Del Pozo

A Raúl del Pozo le han dado el Premio Cuco Cerecedo, al que en otro tiempo le habríamos añadido el adjetivo de malogrado, cuando aún no estaba devaluado para calificar una desaparición tan absurda como la de aquel gran periodista. El premio reconoce na tarea periodística democrática, crítica y bien escrita, tercer factor que convendría tener en cuenta a tenor de aquella sentencia: "Lo que bien se concibe bien se expresa, con palabras que acuden con presteza".Del Pozo concibe bien y escribe según las palabras que le acuden con presteza. Era norma que el presidente del Gobierno, ya saben ustedes a quién me refiero, asistiera cada año a la entrega del premio, por perpetuada simpatía póstuma a Cerecedo y por dar el gesto de respaldar a premiados democráticos críticos y buenos periodistas. Pero este año el presidente del Gobierno se salta a Del Pozo, porque tiene la agenda llena, llena de agravios críticos que le ha hecho el periodista, no a su persona, sino a su personalidad transitoria de gobernante. A cualquier paisano se le debe permitir no mirar a la cara de quien le critica y no ir por la vida de sándalo, un árbol cretino que, al decir de los chinos, perfuma el hacha que le abate. Pero el presidente del Gobierno no es cualquier pai;ano, y si hasta el presente ha querido chupar cámara en la entrega de tan noble premio, ahora parece querer chupar ausencia, dando a esa ausencia el valor ejemplar de castigo a la Prensa insumisa.

No es el primer caso. El presidente del Gobierno ha arremetido ya alguna vez como un venado, animal de arremetidas nobles, contra los ruidos de la crítica, y en cierta ocasión protagonizó una pequeña escaramuza con Lorenzo Contreras, periodista liberal donde los haya, desde aquellos tiempos en que casi no se podía ser periodista si se era liberal. Del Pozo es otra historia. Es un periodista de rock tan lírico como duro y la escaramuza sería insuficiente. Hay que ignorarle. Al menos para un ciudadano español, para uno, este año el Prernio Cerecedo no se ha concedido.

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