Agua
Percibe el habitante de ciudad cuatro clases de agua, a saber: natural, con gas, para el whisky y del cuarto de baño. Esta última se distingue de las anteriores por carecer de envase y ser -siempre dentro de la mirada urbana- presuntamente inagotable. Para el labrador es el agua un bien escaso que lo lleva a perforar el suelo, a querer exprimir las nubes con los ojos y a veces a crispar la mano sobre la empuñadura de la hoz.Contrapónese de antiguo el agua al vino, y es el tabernero un mediador sospechoso vituperado en coplas populares y poemas de algún mérito. Allá en Galilea un hombre bueno optó decididamente por el vino con ocasión de unas bodas de renombre. Los profetas modernos convierten el agua en líquidos menos apetecibles: solución de isótopos, caldo de vertidos industriales, elixir de cagarrutas y sus combinaciones. La encierran al servicio de grifos locos de urbanizaciones salvajes o llenan con ella piscinas junto al mar de uso privado y esporádico.
Sólo agua tomó durante 16 días Pep Cabrera, profesor de matemáticas, vecino y concejal de Ondara, en la Comunidad Valenciana. Vio llegar marzo y se declaró en huelga de hambre contra el expolio de las aguas de la cuenca del río Girona, hasta que una reunión de fuerzas vivas de la comarca asumió el problema y lo liberó de un protagonismo no buscado.
No anda de mártir, dice que el ayuno le ha tonificado el cuerpo y la mente. No pretende que su pueblo se quede el agua, sino que se discuta entre todos los afectados, sin que se le dé prioridad política al más fuerte: un turismo -el de Denia o el de Calpeque por incontenido puede llegar a ser suicida.
Quizá la patria no sea la tierra, ni la sangre, ni los muertos, sino el agua. Quizá la madurez de un pueblo haya de medirse por la complejidad y delicadeza con que borde con hilos de agua sobre su territorio. Hubo en esta tierra gentes sabias que nos enseñaron a regar. Desde entonces ha llovido mucho y ha llovido poco. El agua debe nuevamente ser pensada por el pueblo.
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