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Pesadilla en Logroño

El autor de una denuncia presentada hace seis años fue despertado por la policía en un hotel para identificarle

Ignacio Javier Macaya creía que Logroño era una ciudad tranquila. A partir del pasado 17 de enero ya no opina lo mismo. Ese día, por motivos de trabajo, Macaya, ingeniero técnico industrial de 40 años, vecino de Pamplona, tuvo que pernoctar en la capital riojana. A las 3.20 horas dos inspectores de policía le despertaron en el hotel para pedirle su DNI. Le explicaron que se trataba de una "averiguación rutinaria de domicilio". Angustiado, Macaya repasó su vida para descubrir la causa de todo aquel susto. No podía ni imaginar que una denuncia presentada seis años antes estuviera detrás de aquella pesadilla.

A las 3.20 horas del pasado 17 de enero, dos inspectores de policía adscritos a la comisaría de Logroño despiertan en una habitación del hotel Marqués de Murrieta, de la capital riojana, a Ignacio Javier Macaya Oroz, que pernocta en la ciudad por motivos de trabajo. Los policías interrogan al vecino de Pamplona y le piden su DNI, nombre y apellidos, y domicilio habitual, para cumplimentar una notificación judicial de averiguación de domicilio dictada el 25 de enero de 1984 por el Juzgado de Instrucción número 1 de la Audiencia de Pamplona para ratificar una denuncia por sustracción de objetos presentada por Macaya en noviembre de 1983.No sólo la policía buscaba la ratificación de una denuncia presentada seis años antes sino que habían pasado cinco años del juicio celebrado en la Audiencia de Pamplona contra los autores de la sustracción. El hecho ocurría cinco años después de que el 29 de octubre de 1984 el caso hubiera sido sentenciado condenando a un joven ladrón, y cuatro años después de que el juicio número 182 de diligencias previas 3.366/ 83 hubiese quedado definitivamente archivado el 17 de marzo de 1985 en el Juzgado de Instrucción número 1 de Pamplona.

La historia había comenzado una mañana del mes de noviembre de 1983 en la que Ignacio Javier Macaya se encontraba trabajando como responsable técnico y de producción de la empresa Porcelanas del Pirineo, en la localidad de Cizur, próxima a Pamplona. Varios jóvenes robaron objetos (radiocasetes, una cazadora y otros) de vehículos de trabajadores de la fábrica aparcados en el exterior, y Macaya denunció el robo a la Guardia Civil. En la denuncia dejó constancia exacta de su domicilio particular y del domicilio social de la fábrica.

Miedo

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Seis años después, Ignacio Javier Macaya es despertado por dos inspectores de policía en un hotel de Logroño para identificarle. Macaya consigue convencerles para que no telefoneen a esas horas a su domicilio como era su intención, para comprobar los datos. "No pegué ojo en toda la noche. Me entró miedo y realicé un repaso extenso de toda mi vida para intentar comprender qué ocurría, sin conseguirlo", explica

A la mañana siguiente se dirige a la comisaría de Logroño y expresa su protesta por lo sucedido. "Fue entonces cuando me enteré que pesaba sobre mí una orden de localización en todas las comisarías de España desde el 25 de enero de 1984, dictada por el Juzgado de Instrucción número 1 de Pamplona, para averiguar mi domicilio y ratificar la denuncia de aquel caso, que había sido ya sentenciado y activado cinco años antes en el mismo juzgado". A pesar de ello, la policía logroñesa tenía vigente la notificación.

Macaya desconocía, al igual que la policía riojana, el motivo de su interrogatorio, aunque lo descubrió días más tarde al acudir a la Audiencia de Pamplona. Allí le notifican que la policía informó al juzgado tras la presentación de la denuncia, en 1983, que el denunciante era ¡localizable. Se enviaron entonces tres notificaciones judiciales a Macaya y se dictó después la orden policial a todas las jefaturas de España. El denunciante acude a la Jefatura Superior de Policía de Pamplona y ratifica la denuncia el 10 de febrero de 1984 tras recibir uno de los avisos. Pero nadie anula la orden a la policía para que ya no se le localice. De nada sirvió el que en este intervalo de tiempo presentara dos denuncias más ante la policía por otros robos, en 1988 en Gandía y en 1986 en Pamplona, aportando en ambas su domicilio.

Ignacio Javier Macaya manifestó sus quejas a la policía: "Desde el primer momento les dije no eran formas de tratar a un ciudadano honrado sobre el que no existe ninguna sospecha. Les señalé que, a mi modo de ver, era un exceso de celo, y que despertar a la gente de madrugada la asusta y la convierte en sospechosa de no se sabe qué. En Logroño, me dijeron que era un proceder rutinario e incluso se permitieron afirmar que quien algo teme algo oculta".

Macaya destaca que, coincidió, durante una semana de vacaciones, en septiembre de 1984, en un hotel de Tenerife, con el presidente socialista de Navarra, Gabriel Urralburu y a pesar de existir esa orden judicial para su localización nadie le dijo nada. "Es inaudito que entonces me registrara en el hotel, mis datos pasaran a la policía y, suponiendo que pudiera ser sospechoso de actividades ¡legales graves, no se me localizara en ese momento. "O que", añade, "la policía no me interrogase en las ocasiones anteriores en que me he alojado en el mismo hotel de Logroño".

Defensor del Pueblo

Ignacio Javier Macaya prepara la presentación de una queja ante el Defensor del Pueblo para que no se repitan casos como éste, en el que el denunciante de un robo se convierte en sospechoso.

Un portavoz de la comisaría de policía de Logroño, que dijo no recordar este caso concreto, señaló a EL PAÍS que la localización de madrugada de personas en hoteles es un procedimiento habitual, y lo justificó diciendo: "Generalmente los individuos sobre los que recaen órdenes de localización abandonan muy temprano los hoteles y les perdemos de vista". El hecho de que se hiciera ya muy entrada la madrugada pudo deberse "a un retraso en el trabajo policial de la jornada", dijeron.

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