El orden reina en Teherán

La mañana del 1 de febrero de 1979 tres millones de personas fueron a recibir al aeropuerto de Teherán a imam Jomeini. Diez años más tarde el islam reina sin competencia en el país. Aunque esté abierta la lucha por la sucesión, pocos apuestan hoy día por la caída de un régimen que ha resistido ocho años de guerra. El porvenir parece limitarse, a los ojos de muchos iraníes, a una sola pregunta: ¿quién, de los duros o los moderados, alcanzará el poder? Las sacudidas provocadas por la revolución iraní no se han limitado al interior del país. Toda la zona ha sufrido el contragolpe, desde el golfo Pérsico a los confines de Líbano e Israel. Y aun más lejos, tanto en Estados Unidos como en Europa -mediante atentados o toma de rehenes-, la influencia del imam ha dejado profundas huellas. Ahí está para recordarlo el proceso del Irangate, que acaba de abrir se en Washington. Los esfuerzos desplegados por los responsables iraníes para salir de su aislamiento diplomático no han impedido que 10 mujeres hayan sido ahorcadas estos días por "corrupción" y "adulterio". Cuatro responsables de la radio acaban igualmente de ser condenados a cinco años de prisión y a 50 latigazos por haber permitido la difusión de una emisión "anti-islámica" sobre la mujer. Sin hablar de los millares de ejecuciones de presos políticos. El orden islámico, tal como lo conciben los ayatolás, reina en Teherán. Aunque hayan tenido que detener la exportación del integrismo. 2 de febrero