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Los incidentes en Miami no han restado expectación a la celebración de la final de la Super Bowl

C. L. SMITH MUÑIZ. Sólo si Miami está en llamas puede posponerse el Super Bowl XXIII. Esa es la fuerza del deporte espectáculo norteamericano, que corre por encima de muertos, heridos e injusticias sociales. El Super Bowl es la mayor jornada deportiva del año en los Estados Unidos. Aunque los niveles de audiencia televisiva han sufrido bajas descomunales en los últimos dos años, lo que es la final de fútbol profesional norteamericano no deja de impactar sobre la ciudad sede y el resto del país. Más de 2.500 periodistas, la mayoría encantados porque van a escapar del frío invernal que asola otras ciudades, han hecho acto de presencia para el partido entre los San Francisco 49ers y los Cincinnati Bengals, campeones de las conferencias nacional y americana, respectivamente. Los acompañan 100.000 turistas, muchos de ellos peces gordos. El Ayuntamiento de Miami calcula que moverá 144 millones de dólares (unos 1.680 millones de pesetas) este fin de semana.

Disturbios

Los disturbios raciales, que comenzaron cuando un policía hispano mató de un disparo a un motociclista negro que era perseguido por una patrulla, no tienen nada que ver con el Super Bowl. Pero para los organizadores supone otra mancha sobre su ciudad, que ya sufre por la inmigración masiva de centroamericanos, el tráfico de narcóticos y su violencia habitual. La última vez que Miami organizó un Super Bowl fue en 1979 y los hoteleros y comerciantes se aprovecharon para comportarse de una manera avariciosa y maleducada, cobrando precios desorbitantes y escandalosos. La Liga Nacional de Fútbol (NFL) dudó en dar la sede de la final a Miami. La razón principal radica en que Joe Robbie, dueño de los Miami Dolphins, edificó su propia cancha en las afueras de la ciudad.

Otro hecho positivo fue el que el ayuntamiento y el condado de Dade se juntaran para crear el Miami SuperHose Committee, un comité organizador con 16 subcomités, más de 2.000 voluntarios y un presupuesto de 1,9 millones de dólares en metálico y otro millón en equipo y servicios. "Quisimos asegurarnos en ser el comité organizador mejor organizado de la historia", declaró Dick Anderson, ex jugador de los Dolphins y consejero delegado del comité organizador.

Un subcomité de 30 individuos se encargó únicamente de las personalidades. Los vips disfrutarán de los mejores asientos para espectáculos como el concierto conjunto de Liza Minnelli y Frank Sinatra y tendrán dónde jugar al tenis y al golf, ir de pesca, comer y bailar sin hacer cola. En un restaurante de Miami, conocido por su buen marisco, son habituales las colas de hasta cuatro horas para cenar.

Sin embargo, nadie previó un disturbio racial que dejaría tres muertos, decenas de heridos y fuegos en gran escala, aunque no impactó lo más mínimo en las festividades del Super Bowi aunque los conflictos obligaron a la suspensión de un partido de la NBA entre el Miami Heat y los Phoenix Suns. La NFL declaró que los incidentes raciales sí afectarán para la próxima vez que Miami solicite un partido.

Audiencia a la baja

Las tres cadenas de televisión americanas se comparten los derechos de retransmisión y este año le toca a la NBC, la misma que tiene los derechos de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Consciente de que los niveles de telespectadores de la CBS, en 1987, y de la ABC, en 1988, bajaron un total del 32%. en comparación con los de la propia NBC en 1986, Mike Weisman, el productor ejecutivo de la misma, ha preparado varios programas especíales. Entre ellos destaca uriconcurso de cualidades artísticas -canto, baile... etcétera- entre losjugadores de la NFL. Quedan cinco finalistas y se designará al ganador durante el descanso del partido. El espectáculo es el espectáculo en Estados Unidos y todos deben poner de su parte en ello, aunque sea haciendo cosas que en otros continentes parecerían vergonzosas.

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