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Tribuna:
Tribuna
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Un artículo que se publicó dos veces

Aunque es infrecuente, no faltan las noticias o artículos cuya publicación se repite indebidamente. En el caso de las noticias, que están sometidas al ajetreo del cambio de diferentes ediciones en un mismo día, puede ocurrir que al siguiente, por falta de un control riguroso de lo publicado en el anterior, vuelva a aparecer alguna de ellas. Tienen menos explicación -si es que el vértigo del cambio de ediciones es una explicación- los casos de los artículos repetidos.El año pasado, El País Semanal nos obsequió con la repetición de la crítica sobre un vino ya publicada hacía 15 días (ver El ombudsman de 20 de noviembre de 1988). Ahora, el regalo de reiterar el mismo artículo se ha producido en las páginas de Economía. De ello se queja muy justificadamente Luis Fernando Cervantes: el sábado 3 de diciembre, bajo el título Municipios y esfuerzo fiscal, aparecía un trabajo firmado por Ernesto de Aguiar, director general de Coordinación con las Haciendas Territoriales; el 21 del mismo mes volvía a publicarse, esta vez titulado Municipios y tributos del Estado. Sólo habían cambiado su encabezamiento y un par de ladillos.

El lector escribe: "De todos es conocido la falta de material en fechas previas a períodos vacacionales, pero esto no es óbice para que se efectúe una reiteración tan descarada".

Desde luego, la falta de material, y éste no era el caso, no justifica la repetición de un artículo por interesante que sea. No se justifica nunca, salvo que -vaya usted a saber- el periódico lo decidiera así por motivos que tendrían que ser en verdad excepcionales. Tampoco era el caso. (El ombudsman no puede recordar cuándo exactamente ni qué periódico, pero hace muchos, muchos años un diario que se vio falto de material para cerrar la edición repitió el editorial del día anterior con un encabezamiento que venía a decir, más o menos, que, dada la buena acogida que había tenido entre sus lectores y a solicitud de algunos de éstos, lo reproducía de nuevo).

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Al redactor jefe, Manuel Navarro, le es difícil localizar el origen de esta pifia. Son varios los caminos por los que llegan a la redacción las tribunas, explica: directamente a Economía o a través de la sección de opinión; adeniás, los que vienen de esta última pueden llegar, bien por el sistema informatico o bien ser originales en papel. "A ello se une otra dificultad", añade Navarro. "Los artículos enviados por la redacción de Barcelona pueden llegar a Economía o a Opinión. En el caso que nos ocupa existían al menos tres copias [en el ordenador] del mismo artículo, con títulos ligeramente distintos: las dos que se publicaron y una tercera localizada en Opinión -una vez advertido el error de duplicación- por el responsable de esa sección". La explicación que se le ocurre a Navarro -"aunque no se puede demostrar"- es que la redacción de Barcelona triplicó en esta ocasión los envíos para asegurar la recepción en Madrid. El redactor-jefe agrega que "la lejanía en el tiempo -desde principios de diciembre hasta finales del mismo mes- en la publicación del mismo artículo, y el hecho de que hubiera sido un tema abordado por varios autores a lo largo de esas semanas, impidieron reconocer el texto como uno ya publicado".

Los vericuetos seguidos por esas copias que vagaban en los intríngulis de la electrónica parece que facilitaron el indeseado doblete. Pero, sin duda, la republicación del artículo no se hubiera producido si quien lo admitió como inédito lo hubiera leído en su momento en las propias páginas de EL PAÍS. En definitiva, un fallo humano.

Errores de bulto

Entre las cartas que recibe el defensor de los lectores son muchas las que se refieren a las reiteradas faltas idiomáticas y gramaticales que se cometen en el periódico. No es necesario en absoluto ser un experto en la materia para descubrir que muchos de esos errores son de bulto. Ni la rapidez con que se escriben los periódicos ni esos duendes de las imprentas, que andan siempre al acecho, los justifican. Por ejemplo, es de bulto escribir "dos rádar" (apareció en Sociedad); el plural de rádar es radares. Es de bulto decir dentrífico (apareció en Internacional) en lugar de dentífrico. También de bulto es hablar de culpabilizar a alguien o a algo (apareció en el suplemento Educación); tal palabra no existe (existe culpabilidad, calidad de culpable). Lo correcto es culpar.

Hay otros errores estimados por algunos como simplemente veniales, pero que en absoluto respetan las reglas de la lengua castellana. Verbigracia, una expresión repetida con frecuencia: "Mujeres lesbianas" (apareció en un artículo en el suplemento Domingo): se trata de una redundancia. Lesbiana significa "mujer homosexual".

Otra redundancia: "Ejemplo paradigmático" (apareció en las páginas de información económica). Paradigma significa "ejemplo o ejemplar".

Y ahora un fallo garrafal: en el pie de una fotografía (publicada en las páginas del suplemento Domingo) se leía: José Luis Corcuera, ministro de Interior español, con su homónimo francés, Pierre Joxe". Francisco Fierro, el lector que señala el patinazo, escribe: "No sé si su famoso Libro de estilo aclarará suficientemente que homónimo es igualdad de nombre y que, por tanto, si José Luis Corcuera se reunió -pongo por caso- con su homónimo francés, lo hizo con un caballero francés que, ¡oh casualidad!, también se ¡lamaba José Luis Corcuera". Y remata la suerte con esta guasona revolera: "Pero como el homónimo de José Luis Corcuera -según el pie de la foto- se llama Pierre Joxe, parece inferirse que 'José Luis' se dice en francés 'Pierre' y 'Corcuera' se traduce por 'Joxe". Y exclama el lector: "La homonimia es muy traidora". Vaya si es traicionera: en este caso ha empitonado al diestro que se atrevió a citarla. El autor del pie quiso escribir homólogo, vocablo de discutible aplicación en este caso: los lingüistas prefieren emplear colega.

Un pie más de fotografía con un error abultado: "Esclusas de Frómista en el Canal de Castilla, Aragón". No, Aragón pilla más lejos. Como su nombre indica, el Canal de Castilla está en Castilla, y las esclusas de Frómista, en Frómista (Palencia). (En esta época del año, el canal baja pletórico y las nobles piedras de la iglesia románica de Frómista brillan como ascuas de oro).

Otro lector nos señala una expresión muy usual en el habla y en la escritura y que no es correcto castellano: "Echar a faltar". En efecto, se trata de un catalanismo ("trobar a faltar") que significa "echar en falta".

Éstas son algunas muestras recientes de las faltas que señalan los lectores. Bien venidas sean sus cartas de advertencia. La denuncia de las incorrecciones que cometemos es un síntoma de preocupación por el idioma muy saludable.

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