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Un modelo para nuestro atletismo

Nuestro atletismo transitaba hace nueve años por una mediocridad que no le permitía ganar la Westathletic. El desafio era múltiple, más una guerra que una batalla, en el empeño de instaurar una serie de medidas ue propiciaran el despegue. Ésta era la prioridad que nos señalamos:a) Situar a los atletas en su lugar de protagonismo; motivarles; jerarquizarles con ayudas económicas que prolongaran su dedicación; facilitarles los medios imprescindibles en su preparación, paliando déficit históricos.

b) Responsabilidad y paulatina profesionalización de entrenadores, compatible con una necesaria jerarquización de funciones y orientación hacia la especialización.

c) Dar a los clubes lo que les corresponde como cédulas indispensables del desarrollo atlético nacional.

d) Implantación y desarrollo de unos servicios médicos con objetivo prioritario de apoyo al atleta.

e) Selección nacional con empeño de formar auténticos equipos, motivados a compartir ilusión y ambiciones.

f) En ausencia de centros de entrenamiento, elección de lugares habituales de concentración, formalizando convenios con los más idóneos.

g) Elevación del nivel técnico en base al intercambio internacional y convenios con técnicos prestigiosos extranjeros como consultores.

Con estas prioridades se trataba de salir del atolladero buscando el despegue y, sobre todo, ir diseñando un modelo para nuestro atletismo, un modelo propio al que nos aproximáramos como ideal y como cauce de futuro.

Al cabo de nueve años, de los que en los dos últimos la autoridad de la dirección técnica se vio paulatinamente cuestionada y debilitada en el seno de la junta directiva, no es dificil realizar un balance:

a) El atleta ocupó su lugar preeminente en detrimento de otros protagonismos, y con mayor respaldo económico se facilitaron otras conquistas. Los éxitos y el dinero tenían que tener su correspondencia con el esfuerzo y la imaginación para evitar un pseudo y pernicioso profesionalismo en las capas inmediatas inferiores, lo que no se ha logrado en la medida deseable. El atleta de alto nivel exige una definición clara y terminante. La explosión de un verdadero elitismo con su respaldo publicitario implantó una línea de modernidad que no todo el mundo supo asimilar. De las medallas conseguidas en 70 años, el 70% se ha sumado en los últimos nueve.

b) La de los entrenadores ha sido siempre asignatura pendiente, dado que su solución es en buena medida suprafederativa. El cuadro técnico nacional ha funcionado a poco más del 60%,. La necesaria lubricación de su mejor funcionamiento pasa por la superación de posturas de resistencia y rechazo más estimuladas por cuestiones personales que por convicciones técnicas. Y por el sentido patrimonial que de sus atletas ejercen algunos.

c) El tema de los clubes y su problemática ha quedado fuera de la competencia de la dirección técnica, en buena medida, y no ha avanzado mucho.

d) Los servicios médicos han pasado por muchas vicisitudes. Profundizar más, mejorar, será cuestión de tiempo y de encontrar las colaboraciones públicas imprescindibles. Otra cosa es la investigación de la que carecemos en España, y ese apoyo biológico, imprescindible en la alta competición, desmarcándose rotundamente del doping, sobre el que hay que ejercer la disuasión con información y autoridad.

e) Los ascensos masculino y femenirio y el mantenimiento de aquél en la segunda categoría europea ha centrado las mayores conquistas de selección.

f) Las concentraciones han crecido y desarrollado según los tiempos y necesidades.

g) El intento de elevar el nivel técnico pasa por un momento difícil al no afianzarse la profesionalización de los entrenadores. Así, asistimos a una progresiva destecnificación que repercute peligrosamente en aquellas especialidades de más lento progreso o de mayor exigencia presencial del entrenador, cuyo éxodo hacia otros deportes o especialidades que exigen menor presencia física es evidente.

Líneas maestras

Aquí es donde estamos cuando se abre un futuro desafiante y duro. Asistimos a una transición retardada por las circunstancias, lo que es positivo y negativo. Una voluntad de triunfo sí es exigible e indispensable en muchas de nuestras promesas más prestas a poner la mano que a sumar horas de dedicación y sacrificio en espera de una rentabilidad más lejana, y que hay que saber conquistar.

En el empeño por un atletismo mejor y más fuerte habrá que hacer muchas cosas, pero quizá deba ser lo primero reinstaurar la serenidad, confianza y motivación.

Pienso que se han dado pasos positivos y estimables hacia el diseño de un modelo que siempre precisará correcciones, pero que ahí está y del que pudieran señalarse como líneas maestras:

1. La ecuación atleta / entrenador personal como evidencia que deba sobreponerse a todo, porque al final es lo que cuenta.

2. La responsabilidad y competencias de la dirección y cuadro técnico, más dispuestas para orientar y sugerir que para intervenir.

3. Claro respaldo a la profesionalización de la cúpula y defensa de la condición de aficionado en la base, a la que se deben prodigar medios y oportunidades.

4. Eso de la pirámide sigue siendo válido, pero truncada en su tercio más alto -el que corresponde a la alta competición-, cuyo atletismo ha de tener tratamiento especial.

5. Adecuación y modernización del sistema de becas y ayudas, junto a nuevos planteamientos en los temas referidos a patrocinadores, clubes comerciales, contratos de publicidad de atletas, etcétera, en cuya problemática la federación, para impartir respeto, comprensión y defensa, también debe entrar con pleno conocimiento y control.

6. Podría decirse que al principio el atletismo es un entrenador rodeado de atletas y al final es un atleta rodeado de entrenadores o técnicos. Esta inversión debe ser algo más que una metáfora. Medios ordinarios no propician resultados extraordinarios.

7. Un estudio para levantar un mapa atlético nacional sobre la base de los 15 atletas primeros de cada prueba del ranking masculino y femenino nos da que el 80% de toda esa nómina reside en 11 provincias, no registrándose ni uno solo en 12. La mitad de ese total de atletas (unos 280) están dirigidos por 60 entrenadores. Tanto en atención como en rentabilidad, ésto debe tenerse en cuenta.

Un fin de etapa es siempre un buen momento para revisar y corregir, pero también para reflexionar, y en este sentido se me ocurre, para terminar, que en nuestro atletismo hay demasiado porcentaje de égo por centímetro cuadrado, y que, si bien debemos estar orgullosos de pertenecer al primer deporte olímpico, no somos el ombligo del mundo.

Quizá tras una cura de humildad, que a nadie le viene mal, estaremos en mejor disposición para extender la práctica del atletismo y más densos todos y cada uno de sus niveles, incluido el más alto, en la óptica de su reto en Barcelona 92. Para ello habrá que ganar cohesión y fortaleza.

Carlos Gil Pérez es director técnico nacional de atletismo.

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