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Reportaje:

Solteros sin plan

Las mujeres 'huyen' de la sierra norte de Madrid

Montejo de la Sierra, un pequeño municipio de 232 habitantes situado en la sierra norte de Madrid, sobrevive a costa de la soltería de sus varones. Las mujeres jóvenes, hartas de las pocas oportunidades laborales que proporciona la montaña, han seguido el camino de la ciudad. Al padrón del pueblo sólo se han incorporado cuatro matrimonios en los últimos 10 años. El resto de los jóvenes permanecen solteros, pero desproporcionados. Dos solteras pueden elegir entre 25 solteros.

Tomás Arribas es un jubilado más que ha decidido vivir en Montejo de la Sierra, el pueblo de su mujer, después de finalizar su etapa laboral. Él, como el resto de hombres de fuera que se han casado con una hija del lugar, tuvo que pagar la costumbre una especie de impuesto con el que compensar a los mozos la pérdida de una oportunidad de casorio. La costumbre, hoy todavía en vigor, está fijada actualmente en 5.000 pesetas o un cordero, so pena de ser arrojado al pilón. Arribas, harto de que su Montejo quiera prosperar y no pueda, escribió alarmado una carta a EL PAÍS: "El pueblo se va envejeciendo, se ven pocas mujeres jóvenes y solterones hay tantos que estarían dispuestos a aceptar mujeres que les gustara un sitio tranquilo, bonito y sin problemas como éste. Sería la forma de compensar la presencia de tantos jubilados como hay y más que piensan venir".Sin embargo, los solteros de Montejo no piensan en organizar ninguna caravana de mujeres al estilo de los aragoneses de Plan. "No quiero que nadie me proporcione nada", dice uno de ellos "Jamas reconocerán que llevan mal esto de la soltería", replica una de las mujeres del pueblo. Y, en efecto, la mayoría confiesa haberse acostumbrado a la situación y la sobrellevan sin perder la esperanza, aunque son conscientes de que, según pasen los años, se les acortarán las oportunidades. Es el tributo que deben pagar para seguir viviendo en la sierra, pero prefieren quedarse en el pueblo solteros a vivir en Madrid casados.

Carmen, de 28 años, es una de las dos solteras de Montejo. Después de pasar un tiempo en Madrid regresó al pueblo. "Yo estoy consiguiendo una independencia a base de sacar adelante un bar, pero, en general, las mujeres aquí no tienen dónde trabajar, y entiendo que prefieran tener un trabajo en Madrid a quedarse aquí", opina. Javier, al que llaman "el abuelo" a pesar de sus 32 años, asegura haber propuesto a alguna moza venir a Montejo pero sin mucho convencimiento. "No tengo prisas", dice.

De aquellos que no tuvieron prisa está el pueblo lleno. Entre los más mayores no es raro encontrarse con solteros que afirman sentirse satisfechos de su situación y que, por si quedara alguna duda, explican de carrerilla la receta de la sopa clara o sopa de ajo, con la que se han alimentado todos estos años. "Muchos tienen algún familiar que se ocupa de ellos los fines de semana. Otros se han defendido siempre muy bien", explica Paloma, la administrativa del Ayuntamiento. "Dicen que alguno no quiso casarse porque mantener una mujer era muy caro", comenta.

Las mujeres se van a Madrid porque tienen más inquietudes. Van a estudiar, pero luego se quedan allí. Muchas son ahora economistas, médicas, maestras o relaciones públicas. Los hombres, aunque vayan a aprender un, profesión, regresan para trabajar en lo que salga", opina Paloma, una de las pocas mujeres que, tras pasar algunos años en Madrid, regresó a Montejo al quedarse sin trabajo en Madrid. "Al principio sentía aquí que perdía el tiempo, pero ahora estoy muy feliz". Paloma forma con su marido, natural del pueblo, uno de los cuatro matrimonios jóvenes que hay en la localidad.

Uno de ellos lo forman Fernando e Inés. Él, natural de Montejo, pudo convencer a su mujer, a la que conoció en su trabajo en Madrid, que lo mejor era irse al pueblo. Reconviertieron una cuadra y ahora regentan uno de los tres bares del municipio. "Mi mujer lo lleva mal, sobre todo por el frío y la falta de mozas", confiesa Fernando.

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Y la naturaleza no parece que haga mucho por remediar la situación. En la escuela. comarcal, sólo cuatro de los 12 alumnos son niñas, y cuentan que hasta hubo años en los que solo nacían chicos. Y para empeorar más las cosas, la maestra, la médica y la empleada de la entidad bancaria han llegado al pueblo casadas o con compromiso. La maestra, que apenas lleva dos meses en su7o destino, no había reparado en la situación. "Me extrañaba que por la tarde se vieran tan pocas mujeres jóvenes, pero pensaba que es que no salían", dice.

Como explica Ambrosio Aguado, director general de Cooperación con la Administración Local, es prioritario asegurar en estas poblaciones trabajo para las mujeres. Ahora se ha visto que si las inversiones no van encaminadas a modificar el sistema productivo, la infraestructura creada no va a servir para nada por falta de usuarios.

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