Catástrofe bienintencionada
La República Federal de Alemania amaneció ayer bajo la conmoción política de la catástrofe . bienintencionada de Philipp Jenninger. El único orador de un solemne acto de duelo en la conmemoración del comienzo del terror antisemita nazi había intentado explicar con tanto celo los sentimientos de sus compatriotas en 1938 que acabó pronunciando un discurso plagado de fraseología nazi, de la que no supo distanciarse.El estupor de la clase política era general. La dimisión era inevitable. Excesivo el cúmulo de errores, torpezas y negligencia temeraria en la creación de malentendidos en una cuestión de tal importancia política como es la evocación del terror nazi y su condena.
Aún resonaban en todo oído las retahílas de citas nazis en boca del presidente de la Cámara, sin el distanciamiento imprenscindible.
"El peor discurso de la historia de la República", como dijo un diputado, fue un alarde de inoportunidad, de simplismo, de falta de sensibilidad y, quizá lo mas grave, de "lapsus freudianos". El presidente del Bundestag, por rango el segundo representante del Estado, después del presidente de la República, ya evocó al fantasma del descubridor del psicoanálisis y de las convicciones reprimidas al hablar de "nosotros, los alemanes", y ellos, "los judíos en Alemania". Jenninger había querido explicar, de forma quizá procedente para una exploración científica, los motivos de la locura colectiva que se adueñó de Alemania en los primeros años del hitierismo.
Acabó en una traca de interrogantes antisemitas filonazis que, aun sabiéndose que Jenninger no las comparte, fueron traumáticas para muchos judíos y no judíos que jamás pensaron oír frases de este tipo desde el Estado. "El pasado que nunca pasa" jugó una mala pasada a Jenninger, por la falta de sensibilidad proverbial de los conservadores alemanes hacia este capítulo de la historia alemana. El canciller Kohl lo ha demostrado siempre que pudo. Las heridas del terror nazi antisemita siguen abiertas.
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