_
_
_
_

Andrés María Mateo

La energía de un octogenario

Hace 20 años que Andrés María Mateo no sabe lo que es un catarro y eso se debe, según dice, a que cree sobre todo en la salud del alma. Ha cumplido 85 años, que no se le notan pese a temblorcillos de la memoria. Bien es verdad que a esa edad la memoria está sobrecargada, y más la de Mateo: ha sido un viajero. Durante 30 años estuvo de un lado a otro por América difundiendo lo que en España le ha convertido en un pionero: la física mental, una suerte de método de realización personal.

Mateo era bibliotecario de aquella Aula de Cultura (el antiguo Ateneo) que Menéndez y Pelayo llamó "blasfematorio público" cuando deseó viajar. Se marchó a América con un vago contrato para enviar entrevistas y en una pirueta del viaje se encontró con Amalia Ferriz, actriz de doblaje, que iba a ser muy importante en su vida. Primero porque se casaría con ella. Y segundo porque fue la primera en hablarle de la física mental.El diploma expedido en Estados Unidos que le acredita como preceptor de esta disciplina cuelga junto con el de su mujer en el pequeño, anticuado y pulcro despacho en el que Mateo atiende las consultas de sus discípulos: a juzgar por una sesión introductoria, en su mayor parte mujeres de edad media que le escuchan sin el menor escepticismo.

Es un hombre con el verbo florido de los predicadores y de la Biblia: habla de la tiniebla, o de la luz, y se ayuda con citas de versos, como "...ir al sol por la escala luminosa del rayo", de Rubén Darío. Al aplomo de sus canas, Mateo añade una forma de contar casi épica y el brillo de una pulida medalla de bronce en la que el doctor Flanagan pretendió concentrar la energía de la pirámide. Sensor de energía, le llama.

La vida viajera de Mateo hubiera sido otra si un catedrático, en el primer cuarto de siglo, hubiera aceptado como válida una carta sin firma en la que Colón -Mateo decía que era Colón y ese era el núcleo de su tesis- se dirigía a Isabel llamándola Cristianísima reina. La carta contenía varios italianismos y, sobre todo, una parte cortada. Se encontraba en el archivo de Simancas, del que Mateo fue en su día titular.Pero parece ser que el presidente del tribunal quería colocar a su sobrino en la cátedra de historia de América a la que Mateo previsiblemente aspiraría tras el doctorado, y la historiografía se quedó sin la novedad de la carta. Fue entonces cuando decidió viajar.

"Hace cuarenta y tantos años que no recibo un sueldo", dice, y queda la incógnita de si lo dice con orgullo o con temor. Vive, ya viudo, en las afueras de Madrid. Por las tardes se acerca a su despacho, y a última hora imparte sus clases sobre una disciplina vagamente emparentada con el yoga y otras técnicas. Habla mucho y desea continuar la charla. "Toda mi vida creí que eso de los hijos sobraba. Ya, ya... Si yo tuviera ahora hijos...".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_