La ciudad mutante
Las obras olímpicas en Poblenou y Montjuïc transforman la fisonomía de Barcelona
En 1981, tras el frustrado golpe de Estado del 23 de febrero, el entonces alcalde de Barcelona y actual ministro de Defensa, Narcís Serra, comprendió que en aquel momento depresivo el país necesitaba marcarse grandes metas que lo proyectasen hacia el futuro. Uno de esos objetivos era la entonces recién anunciada candidatura olímpica de Barcelona. Hoy, casi ocho años más tarde, las obras para dotar a la ciudad de las infraestructuras necesarias para los Juegos Olímpicos de 1992 han transfigurado de tal modo su aspecto físico que Barcelona se ha convertido en una ciudad mutante.
Uno de los logros que el proyecto olímpico reportará a Barcelona es la abolición de la pena que pesaba sobre sus ciudadanos condenándolos a vivir de espaldas al mar. El tendido de la línea férrea de la costa, en primera línea de mar, y una amplia y alargada zona industrial en el barrio de Poblenou, que vivió su esplendor a finales del siglo pasado bajo el evocador sobrenombre de el Manchester catalán, habían conseguido que Barcelona perdiese, más allá del puerto y la playa de la Barceloneta, su conciencia de ciudad litoral. La construcción de la Villa Olímpica, allí donde en el siglo XIX la floreciente burguesía industrial catalana asentó sus fábricas; el soterramiento de la línea férrea y la regeneración del litoral urbano devolverán a los barceloneses el mar que nunca debieron dejarse arrebatar.La construcción del Anillo Olímpico de Montjuïc, escenario central de los JJ OO de 1992, con el estadio y el palacio de los Juegos como buques insignia; la urbanización de la zona y la construcción del parque del Migdia regenerarán la montaña barcelonesa, recogiendo las directrices históricas de proyectos urbanísticos nunca totalmente materializados.
De las cuatro áreas olímpicas de Barcelona, Diagonal, Valle de Hebrón, Poblenou y Montjuïc, estas dos últimas son las niñas mimadas. En Poblenou, allá donde hace poco más de un año se levantaba un vetusto y abigarrado complejo fabril, la piqueta ha arrasado las instalaciones industriales para dejar paso a una inmensa explanada de tierra negruzca, jalonada por montañas de escombros procedentes de los derribos, de una extensión superior a 50 hectáreas. En esa vasta zona, la Villa Olímpica recuperará la trama urbana ideada por Ildefons Cerdà y llevará el Eixample de Barcelona, que hoy muere en la avenida Diagonal, hasta las mismas playas de Poblenou.
Tras la celebración de los Juegos Olímpicos, las 2.500 viviendas de la Villa Olímpica, que tendrán entre 70 y 130 metros cuadrados de superficie habitable, saldrán a la venta en el mercado inmobiliario. Con toda seguridad, el precio de venta de los pisos olímpicos, aún por decidir, superará con holgura las 110.000 pesetas por metro cuadrado. La intención del Ayuntamiento es crear allí un núcleo residencial de profesionales y ciudadanos de clase media y media alta, con la esperanza de que esa operación genere un efecto de simpatía que permita en pocos años la rehabilitación de todo el barrio de Poblenou y sus zonas adyacentes.
Hormigueo constante
El terreno que ocupará el polígono que albergará a 15.000 atletas y jueces durante los JJ OO de 1992 es hoy el escenario de un hormigueo constante de obreros, técnicos, camiones y grúas de gran tonelaje, máquinas excavadoras y toda suerte de ingenios mecánicos.
Según las previsiones oficiales, la red de colectores de aguas residuales comprendidos dentro del perímetro de la Villa Olímpica estará terminada a finales de este año, y la eliminación del ramal ferroviario de Marina, cuyo tráfico será absorbido por el ramal de Glòries, será un hecho en el verano de 1989.
En el futuro puerto deportivo de Poblenou ya ha empezado la construcción de los diques norte y de cierre. También ha comenzado a tomar forma el túnel de soterramiento del Cinturón del Litoral, que, desde el monumento a Cristóbal Colón, bordeará la fachada marítima de la ciudad hasta el río Besòs, límite noreste del término municipal, atravesando la Villa Olímpica. Del mismo modo, se trabaja en la regeneración de las playas, alimentándolas con arena recogida en el Maresme y construyendo grandes espigones y barreras de protección para evitar que los temporales de Levante devuelvan la tierra al mar.
En Montjuïc, donde ya se ha hecho buena parte del trabajo sucio, podría decirse que se ha entrado en la etapa del trabajo fino. Arquitectos de primera fila mundial, como el japonés Arata Isozaki, padre del moderno palacio de deportes; técnicos de alto nivel, obreros especializados y sofisticada maquinaria, como las descomunales grúas Manitowoc, de las mayores del mundo, invaden la montaña. Unas 800 personas trabajan, en tres turnos diarios, en la construcción del Anillo Olímpico.
La operación urbanística que comportará el levantamiento de la Villa Olímpica de Poblenou, calificada por los responsables municipales como la de mayor envergadura de las realizadas en Barcelona desde la Exposición de 1929, exigirá una inversión global del orden de 75.000 millones de pesetas. De esta cifra, 45.000 millones corresponderán al sector público (expropiación de terrenos, urbanización, colectores, puerto, red viaria, línea férrea), y entre 25.000 y 30.000 millones, al sector privado (construcción de las viviendas donde se alojarán los atletas, que al acabar los JJ OO saldrán al mercado inmobiliario).
La construcción de las viviendas de la Villa Olímpica correrá a cargo de una sociedad en la que participan el Ayuntamiento de Barcelona, los bancos Exterior e Hispano Americano y tres promotoras inmobiliarias por designar.
La inversión global que requerirá la operación Montjuïc, correspondiente en su totalidad al sector público, rondará los 21.000 millones de pesetas.
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