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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El primer banco

CUANDO LOS los historiadores estudien lo que sucedió en la España del último tercio del siglo XX ocupará un capítulo muy significativo la aparición del primer gran banco europeo de nacionalidad española; el Bilbao Vizcaya es una realidad tangible a partir de ayer. En ese estudio hipotético destacarán dos nombres: José Ángel Sánchez Asiaín, precursor de las fusiones bancarias como método de competir en el mercado único europeo, y Pedro Toledo, un hombre joven que supo recoger el reto del riesgo, pese a que su entidad ya caminaba por la senda de la modernidad.Nada será ya igual para el sistema financiero español, anclado en otro tiempo en demasiados casos, a partir de la firma de fusión de las dos entidades vascas, que tuvo lugar ayer. El nacimiento del Bilbao Vizcaya, el intento de nuevas fusiones, la liberación para que operen en nuestro país entidades de próxima creación y la ruptura de las reglas de juego del tradicional club de los siete grandes anticipan en casi un lustro el statu quo caracterizado por la libertad total del mercado de capitales al que se deberá apuntar el sistema financiero español con la entrada en vigor del mercado único europeo en enero de 1993.

El proceso de concentración del Bilbao y del Vizcaya se ha realizado en un tiempo récord, y si hubo tensiones, se han solucionado sin aspavientos y en el seno de una organización que ha dado ejemplo de discreción y de disciplina. Las economías de escala darán su juego de forma inmediata. Todo ello lleva irremediablemente a una comparación con lo que está pasando en la factible segunda gran fusión en el tiempo (que si se cierra será la primera por volumen de negocio) entre los dos primeros mastodontes bancarios de nuestro país: el Central y el Español de Crédito, cuya conversión en el Banco Español Central de Crédito tiene, al tiempo que fecha fija, un recorrido jalonado de peripecias, no todas ellas justificables desde el punto de vista de la ortodoxia financiera.

Los equilibrios de poder en el Bilbao Vizcaya se han mantenido desde el principio de la fusión de forma inalterable y los principales accionistas ya estaban representados en sus órganos de gobierno de forma adecuada, para evitar tensiones añadidas; la ejecutiva estratégica y operativa ha descansado en personas de reconocidas cualidades para desempeñar este trabajo, como se ha demostrado desde bastantes años antes.

Por el contrario, el proceso de fusión del Central y el Banesto apenas ha comenzado en la práctica y los enfrentamientos internos impiden avances reales. El reparto de poder, en las áreas de control y de gestión de la entidad, no está definido y aún se discute si accionistas de demostrada representatividad tienen derecho a sentarse en el consejo de administración y, en el caso de que esto se llegue a aceptar, si las personas por ellos elegidas son idóneas o no. Todo parece indicar que los motivos últimos que movieron a las dos fusiones bancarias fueron tan radicalmente distintos que los resultados pueden acabar siendo diametralmente opuestos.

Los responsables del Bilbao y del Vizcaya apostaron fuerte por la concentración bancaria por motivos estratégicos de sus propias instituciones (la necesidad de estar presentes en un mercado que se amplía de 40 millones de personas a más de 300) y por el convencimiento, auspiciado en áreas del propio Gobierno, de la necesidad de asegurar la presencia española en uno de los sectores más estratégicos de la economía. La fusión del Central y el Banesto apenas disimula la defensa de posiciones personales en los dos bancos -las de los presidentes, Alfonso Escámez y Mario Conde- y los codazos desesperados para no perder el primer puesto en el ranking del sistema financiero. Mientras los bancos vascos iniciaron ya hace varios años su modernización interna, el Central y el Banesto han permanecido hasta ahora en la banca de los años sesenta, lo que les ha valido la crítica sistemática de las autoridades económicas y monetarias, fueran éstas del signo ideológico que fuesen.

El proceso de concentración en el que se halla envuelto el sector bancario español no se puede considerar homogéneo, ni terminado. Lo que no obsta para que haya que saludar como muy positiva la boda celebrada ayer entre los bancos de Bilbao y Vizcaya, una boda cuyos cónyuges, Sánchez Asiaín y Pedro Toledo, que no han necesitado, como otros, de la hagiografía oficial y del escándalo para llevarla a cabo.

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