Revolución olímpica
Ha comenzado en Seúl el mayor espectáculo deportivo del mundo. Gigantismo, nacionalismo y antiterrorismo son desde hace 20 años las constantes del universo olímpico moderno.La vitalidad de esta institución, multiplicada por retransmisiones televisivas para todo el planeta, no hace sino aumentar a pesar de los avatares de la política internacional. Seúl, sin duda, marcará una etapa ocho años antes de las celebraciones del centenario de los Juegos. El barón Pierre de Coubertin, quien reinició las olimpiadas a comienzos de este siglo, no reconocería su labor en una reunión de 160 naciones y de más de 13.000 atletas, cuyo estatuto ha llegado a ser totalmente profesional.
Impulsor de esta revolución, Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, quiere llegar aún más lejos. Tras haber conseguido que el tenis figure, con sus jugadores multimillonarios, entre los deportes olímpicos, acaba de declarar que desearía ampliar la panoplia deportiva olímpica al fútbol y a los mejores futbolistas mundiales.
Sus proyectos están claros: se trata de conseguir que los Juegos Olímpicos sean una competición sin rival, que reúna a la totalidad de la elite deportiva mundial. La batalla, pues, está planteada con los grandes deportes profesionales, el fútbol en primer lugar, cuyo organismo internacional intentará defender la Copa del Mundo.
, 19 de septiembre
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