_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Chinos

Un apasionante reportaje publicado ayer en este periódico informa de la tragedia de millones de chinos -cuando uno escribe cualquier cosa sobre chinos puede siempre afirmar sin riesgo, y sin consultar las tres fuentes de rigor, que se trata de millones-, tragedia consistente en que, a estas alturas del partido, aún no saben qué hacer con lo que la naturaleza les puso bajo la parte inferior del pijama.Imaginen el peligro inminente que aguarda a Rusia y Japón, que son países fronterizos. Tarde o temprano pueden sufrir la invasión de procelosos chinos -millones, insisto- en pleno sofoco y faltos de entreno. En cuanto a nosotros, me hago cruces. Ahora que habíamos conjurado el peligro amarillo a fuerza de civilizarlos vendiéndoles chupa-chups y prendas de Adolfo Domínguez, nos encontramos con el problema de que la agresividad política ha sido reemplazada por una comezón sexual masiva que me atrevo a calificar de indescriptible. Al menos, yo no tengo palabras.

Es un dato a tener en cuenta el hecho de que los chinos y chinas más osados pueden pasar por alto la alternativa ruso-japonesa, alegando razones de clima, similitud física o, pura y simplemente, la ancestral enemistad que les ha hecho enredarse en milenarias contiendas. Y también es posible, incluso harto probable, que alentados por las visitas que nuestros próceres les han realizado sucesivamente, vuelvan los ojos hacia nuestro país. Si han llegado a creer que todos los españoles somos altos y rubios como don Juan Carlos y doña Sofía, o morenos y retrecheros como Felipe González y Carmen Romero, vamos de ala.

De las profundidades de las fábricas surgirán masas de obreras enceladas que llegarán nadando hasta nuestras costas; una nube de jóvenes estudiantes ansiosos aterrizará en Barajas, y hasta puede ocurrir que vengan los cuatro osos panda que aún les quedan, que también andan flojísimos en el asunto del tracatraca.

Nunca debimos dar pelas para el Domund. Ahora ya es tarde.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_