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Los desaparecidos del Ejército francés

La detención de un sádico suboficial aumenta las sospechas de que los reclutas fueron asesinados

Lluís Bassets

Francia tiene también su pequeño triángulo de las Bermudas. En la región de la Champaña, a unos 200 kilómetros de París, entre Mourmelon, Chalons-sur-Marne y Suippes, las gentes aseguran que es peligroso hacer autoestop, principalmente al atardecer y en los fines de semana. Siete jóvenes como mínimo, una docena según algunos cálculos, han desaparecido en esta región funesta desde 1980. Casi todos tenían la misma edad, entre 18 y 23 años, y en su mayoría eran reclutas que acababan de abandonar sus campamentos y se dirigían a sus domicilios.

El Ejército, siguiendo una lógica burocrática implacable, les ha declarado desertores, y en uno de los últimos casos, ocurrido en 1987, ha llevado la desaparición a un tribunal, que ha condenado al joven a cinco meses de prisión en rebeldía y ha reclamado a sus desesperados familiares 300 francos de costas.Las protestas de los familiares e las pruebas más transparentes no han servido para nada hasta hace tres semanas. "Le quedaban tres meses, iba a casarse, estaba enamorado y en cualquier caso habría llamado" declaraba la madre de uno de ellos a un semanario. El pasado 30 de mayo los familiares de varios reclutas desaparecidos participaron en una jornada de puertas abiertas en el cuartel de Mourmelon, donde repartieron unas octavillas en las que se aseguraba que "es inconcebible que una investigación de ocho años no haya dado ningún resultado", y fueron expulsados de malos modos como parientes de desertores.

André Giraud, ministro de Defensa con el anterior Gobierno conservador, interrogado en la televisión sobre el triángulo de la Champaña, no dudo en desmentir con rotundidad: "Los desaparecidos de Mourmelon son producto de una broma ridícula, se trata de hechos artificialmente imputados", dijo. En el triángulo están acantonados permanentemente unos 10.000 soldados, por lo que, para las cuentas de los militares, media docena de muchachos esfumados en ocho años no deja de ser una proporción razonable.

Pero el rumor popular que asociaba las misteriosas desapariciones con el Ejército se ha confirmado recientemente. A mitad del verano fue detenido en las proximidades de Maçon un suboficial paracaidista de 42 años, llamado Pierre Chanal, cuando llevaba 20 horas torturando dentro de su roulotte a un joven húngaro de 23 años al que había tomado en autoestop. Chanal, conocido por su fama de instructor duro y eficaz, con un prestigio de militar irreprochable, había violado e infligido todo tipo de sevicias y violencias al joven, mientras filmaba cada uno de los horrores con su cámara de vídeo. Tras su detención, este suboficial, que posee un diploma de entrenamiento contra los interrogatorios por parte del enemigo, se ha sumido en un silenclo de prisionero de guerra que ha impedido avanzar más en la investigación. Sólo responde a su número de matrícula, su nombre y grado y su unidad.

Calzoncillos ingleses

Pero las pruebas materiales y las coincidencias se han ido acumulando. Unos calzoncillos de marca inglesa hallados en su caravana parecen ser el resto de un muchacho irlandés de 20 años, primero desaparecido y luego localizado, ya cadáver, el pasado año. Durante una estancia de Chanal en Beirut, como suboficial de la FINUL (Fuerza de Intervención de las Naciones Unidas), no se produjeron desapariciones, mientras que cada una de las estancias y desplazamientos del suboficial a Mourmelon, donde realizaba ejercicios de paracaidismo, parece corresponder al desvanecimiento de las trazas de cada uno de los muchachos.La detención y la acumulación de indicios no parecen haber hecho mella en los ánimos del Ejército, que se escuda en la frialdad de las estadísticas y en su proverbial silencio. En 1986 hubo 6.300 deserciones entre los 252.000 números del contingente, de los que 180 nunca fueron localizados. En la mayor parte de los casos no hubo ningún tipo de investigación, ni tan sólo cuando los familiares aseguraban, como es el caso de los desaparecidos de Mourmelon, que los muchachos no tenían motivo alguno para desertar.

Un 'Rambo pederasta'

Los telespectadores franceses han visto desfilar además a oficiales y jefes que han confirmado la apariencia intachable de este Rambo pederasta y han recordado el principio de la presunción de inocencia que protege a todo ciudadano cuando un tribunal no le ha condenado. El nuevo ministro de Defensa, el socialista Jean-Pierre Chévénement ha dado órdenes para que el Ejército y la justicia rehabiliten a los desaparecidos de su falsa condición de desertores y quede, como mínimo sobre el papel, equilibrado el criterio de presunción de inocencia, según se trate de jóvenes reclutas víctimas de un sádico o un suboficial modélico inculpado de las peores atrocidades.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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