González Laxe: "No soy un populista; prefiero la gestión"
Según el presidente de la Xunta, el procesamiento de Barreiro, no deteriora a su Gobierno
Un economista experto en temas pesqueros, ex secretario general de la primera organización ecologista gallega, es desde hace un año, y merced a una moción de censura que causó más revuelo que las propias elecciones, presidente de Galicia. Fernando González Laxe, nacido en La Coruña hace 36 años, casado y con dos hijos, es el ejemplo visible de ese relevo generacional que él considera necesario para "sacar adelante al país". Un país en el que los políticos al uso son hombretones que dan palmadas en la espalda está representado ahora por un socialista de formacion galleguista, con imagen de intelectual tímido, que reconoce no ser carismático, pero del que se afirma que redacta desde sus discursos hasta buena parte de las leyes y decretos de su Gobierno.
Ingresó en el PSOE a finales de los setenta, formando parte de un colectivo desgajado del PSG que lideraba Beiras. Fue concejal de La Coruña, director general de Ordenación Pesquera en el primer Gabinete socialista, miembro del equipo negociador con la CE y parlamentario del Consejo de Europa.La mañana en que se despertó presidente, al igual que había hecho Mitterrand, llevó rosas rojas al cementerio coruñés de San Amaro, "a la tumba de unas personas". "Pensé en los que habían muerto o lo habían pasado muy mal por la libertad de Galicia, la democracia y el socialismo. El primer día contacté con las personas mayores, con las que esperaban una especie de pago histórico por lo que habían sufrido. No quería defraudarles".
Pregunta. ¿Qué le sorprendió más cuando llegó a su despacho en Raxoi?
Respuesta. Negativamente, que no hubiera ni un proyecto de nada. En el aspecto positivo, sinceramente, el grado de colaboración de los gallegos.
P. ¿Cree que la sociedad gallega entendió las razones de la moción de censura?
R. A mí me parece que la sociedad gallega estaba preocupada por el desgobierno, la falta de seguridad y de estabilidad, de dosis de credibilidad para afrontar retos como el de Europa. Incluso de la falta de orgullo de ser gallego. La moción fue un giro positivo en la política autonómica, un aviso de que aquí había que estar para hacer algo, y así lo han entendido los ciudadanos. Desde fuera, hubo demasiados opinadores que, sin contrastar la realidad de este país, difundieron una serie de argumentos que en Galicia no se consideraban importantes. Personalmente, fue una decisión arriesgada, pero de compromiso con un país. Hoy siento que todos somos responsables de lo que sucede en Galicia.
Más realidades
P. Sin embargo, a raíz de algunas actuaciones, hay opiniones de que han caído en lo mismo que le reprochaban al Gobierno Albor: más preocupación por el efecto que por la efectividad.
R. Yo creo que ahora hay un mayor concepto de lo que se quiere, y más realidades. En los que reconozco que son mis temas favoritos, creación de infraestructura y extensión de la calidad de vida, hemos dedicado a inversiones en carreteras el 50% más que el anterior Gobierno; habrá al término de la legislatura 15.000 nuevas plazas escolares y las tasas de COU ya son gratuitas. En este primer año, la concentración parcelaria, eterna asignatura pendiente del campo gallego, ha afectado a 26.000 hectáreas por 4.000 que concentró el Gobierno aliancista. Estamos a punto de conseguir que la energía eléctrica llegue a los 30.000 asentamientos de población de Galicia, algo que por otra parte ya iba siendo hora. Creo que hay diferencias, dentro de nuestros límites, y que la gente lo ve así.
P. Parece muy seguro de esa comprensión.
R. No es que utilice el sistema del califa Harun el Raschid de disfrazarme de mendigo para ver qué pasa realmente, pero sí me gusta, cuando puedo, ir por los pueblos pequeños, solo o con la familia, sin comitiva ni nadie al lado repartiendo fotos mías. La gente se acerca a saludarme y me cuenta cosas, y yo voy a ver cómo van las obras que tienen el cartel de "Xunta". Todo eso lo contrasto con la información técnica, la oficial.
P. A usted se le reprocha, incluso en sectores de su partido o de los coligados, falta de carisma.
R. Es cierto, yo no soy un populista. Cedo esa faceta, que no la tengo, por la menos espectacular de la gestión. Al cabo del tiempo rinde más el trabajo callado de despacho que recorrer 14 municipios en dos días, algo que no me parece serio ni sirve para nada, al menos para esos municipios.
El carisma es una ventaja personal para el gobernante, pero no garantiza una buena administración a los ciudadanos. Mussolini, por ejemplo, tenía carisma.
Además, lo que busca este Gobierno es que el engranaje no rechine, que haya fluidez entre sus partes y eficacia en el discurso único que elabora. A veces puede dar la impresión de que estoy atado, pero es al contrario.
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