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Philippe Roisse

La exótica ruta africana de un joven director teatral

Andrés Fernández Rubio

La exótica ruta que ha seguido Philippe Roisse es de las que despiertan admiración a cualquiera con sentido de la aventura. Hijo de un diplomático francés, nació en Burdeos hace 25 años. A los seis meses comenzaron los traslados: primero Teherán (Irán), luego Addis Abeba (Etiopía) y después Antananarivo (Madagascar). En Trípoli (Libia) aprendió árabe, y en Dakar (Senegal) enfermó de filaria. En sus documentos, el domicilio figura en Uagadugu (Burkina Fasso). Director teatral, del 1 al 4 de septiembre se presentará su montaje de Las cuatro niñas, drama de Picasso, en el Centro Galileo de Madrid.

Cuando se le pregunta a Roisse si padece el síndrome del continente en el que vivió, la respuesta es irónica: "Yo tuve una granja en África..." (así comienza el libro de Isak Dinesen Memorias de África). Lo que sí padece Roisse es el paludismo, que contrajo en Senegal, y lo que también padeció fue la filaria, parásito que se introduce en el cuerpo por picadura de mosquito, y que a Roisse le tuvieron que destruir en la sección tropical del Instituto Pasteur de París.Su padre, que es una referencia continua, antes de dedicarse a la diplomacia había sido actor y músico de jazz, y en el París de la guerra tocó alguna vez con Boris Vian. En su periplo africano nunca dejó de hacer teatro, y por eso el niño Philippe Roisse subió a un escenario por primera vez cuando tenía cuatro años, en Madagascar. En ocasiones era el único y pequeño actor blanco de la compañía.

Roisse cuenta que a Libia llegó su familia justo después de la ascensión al poder de Gaddafi, y que en la escuela, con un profesor que le enseñó un árabe atizado con reglazos, los diccionarios tenían borrada la palabra Israel. En Trípoli no sólo se enamoró del desierto, sino también de la arqueología, como espectador privilegiado y cotidiano de ruinas fantasmales en medio de la arena. Los compromisos sociales de sus padres -sus hermanos mayores le llevan muchos años- le dejaban mucho tiempo a cargo del servicio, y pasaba días y fines de semana con familias árabes. "Libia es el país que más me ha influido, y se puede decir que allí fui educado por la gente", explica. "Vuelvo lo más posible a Africa", añade. El último destino de su padre fue Uagadugu.

En Dalcar había sido ayudante de dirección en la obra Volpone, de Jules Romain y Stefan Zweig. Tenía 14 años, y poco tiempo después, ya en Barcelona -su padre estuvo preso en España tras la victoria de Franco, y quiso volver como cónsul una vez muerto el dictador-, realizó en el Instituto Francés su primer montaje. La obra era una pieza poco conocida de Ionesco, Jeux de massacre, y el dramaturgo asistió a la representación y felicitó a sus adolescentes admiradores. A Roisse, además de venerable, le pareció un hombre adorable.

En un castellano muy ríco, Philippe Roisse se expresa como una especie de torbellino. Su pasión es el teatro y habla sin parar sobre Picasso y sobre Las cuatro niñas. Dice que con la cantidad de imágenes por frase que existen en el texto del pintor se podría realizar un videoclip apabullante. Él ha elegido una forma sencilla de montaje, con una sola actriz, dejando que las palabras fluyan por su cuenta. Con el Ensemble Théátral de Paris, grupo del que es fundador, quiere rescatar obras poco conocidas y crear un repertorio inusual.

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