El país veranea
Con el ruego de su publicación envío esta tercera carta, que espero no se quede invadida con un inconsciente sentimiento de crueldad burocrática -que ésas suelen ser las peores- ni que el observatorio permanezca impávido, como si de una cámara se tratase.Estamos en épocas de discursos, de convencimientos y también de atonías. Seguramente lo unico posible que puede romper esquemas a esta hora sean los pueblos sin cátedra, casi sin sentido, que se mantienen al margen de todo lo festivalero y de la política cultural.
El bronceado de un rotativo ha de ser, necesariamente, perfecto. Si no, no consigue su puesto en el ranking de las medidas universales del saber. En este caso, de la vacación. En los tiempos de estiaje se vuelcan las energías, quizá algunos impulsos creativos, sobre las universidades y las pantallas de las convocatorias.
Con ello tal vez se intente diluir, como en un océano profundo, los auténticos afanes de una juventud que no se manifiesta de relieve. Las organizaciones, las direcciones, las secretarías, los entes actuantes, se comportan bien con el sistema. El país veranea con las playas repletas y quizá entre los bolsillos algún libro pequeño.-