Ballesteros, favorito en el torneo de la PGA
El Grand Slam de golf concluye con la disputa a partir de hoy del Campeonato de la Asociación de Profesionales (PGA) norteamericana en Edmond (Oklahoma). Los jugadores locales lo afrontan con la okifigación de igualar a los europeos en el número de victorias, ya que, si Curtis Strange se impuso en el Open de Estados Unidos, el escocés Sandy Lyle había ganado antes el Masters de Augusta y Severiano Ballesteros ha vencido después en el Open Británico. En concreto, el español aspira, como favorito, a incluir en su palmarés una de las dos competiciones mayores que te faltan y, de paso, a proporcionar a Europa el triunfo global en los cuatro grandes, algo que el Viejo Continente nunca ha conseguido.
Los estadounidenses se consolaron en 1987 de su segunda derrota consecutiva ante los europeos en la bianual Copa Ryder con los triunfos de Larry Mize, Scott Simpson y Larry Nelson en el Masters de Augusta, el Open de Estados Unidos y el Campeonato de la PGA norteamericana, respectivamente.En 1988, sin embargo, sólo se han anotado, de momento, el Open de Estados Unidos. Además, Curtis Strange se vio muy apurado para ello, pues debió afrontar un desempate a 18 hoyos con el inglés Nick Faldo. Mark Calcavecchia, Craig Stadler y Ben Crenshaw habían intentado antes adjudicarse el Masters, pero hubieron de inclinarse ante el escocés Sandy Lyle. Y, recientemente, el Open Británico ha cumplido su quinta edición sucesiva como un coto vedado para los estadounidenses. Desde la victoria de Tom Watson en 1983, Severiano Ballesteros, Lyle, el australiano Greg Norman, Faldo y, de nuevo, Ballesteros han impedido que los norteamericanos recuperasen su dominio en este certamen.
Lyle y Faldo aspiran a imponerse, cómo no, en el torneo de la PGA. Pero, en cualquier caso, la baza más fuerte de Europa para ganar por vez primera a Estados Unidos en el cómputo general del Grand Slam -apenas ha logrado unas tablas, en 1985, gracias al alemán occidental Berrihard Langer, en el Masters, y a Lyle, en el Open Británico- parece que ha de jugarla Ballesteros.
A la búsqueda del triunfo perdido en las competiciones mayores desde el que obtuvo en el Open Británico de 1984, el cántabro ha atravesado por una época dificil desde el punto de vista psicológico. Su juego ha podido ser en este período tan espléndido como para impulsar las victorias europeas en la Copa Ryder de 1985 y 1987, ganar diversas pruebas y ser el líder de la orden de mérito continental en 1986. Pero su buena trayectoria no lo parecía tanto al echarse en falta un éxito sonado. El hecho de que lo rozase, como en el Masters de 1987, en el que Mize y Norman tuvieron que desempatar con él, no era suficiente.
Pero ahora todo es distinto. Su conquista del último Open Británico le ha tranquilizado. Era el refrendo que necesitaba para recobrar la confianza en sí mismo. Si meses antes había logrado ser el mejor en el torneo de Baleares y el neoyorquino de Harrison, el Westchester Classic, dos semanas después, en Estocolmo, volvía a proclamarse el número 1 en el Open de Escandinavia.
Sus putts ya no se le muestran tan esquivos. "Mi hermano Vicente, que me acompañó como caddie en Harrison, me aconsejó que juntara más mis manos para patear. Lo estoy haciendo así y la verdad es que me da buen resultado. Tengo muchos más aciertos en los golpes cortos", ha declarado.
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