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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Bilingüismo

A propósito del ingenioso artículo de Joan Ferraté en EL PAÍS del 18 de julio, y sin pretensión de querer terciar en la discusión que sobre el bilingüismo tiene hoy lugar en España, debo reconocer que es razonable que su autor se horrorice ante la posibilidad de tener que comunicarse con millones y millones de hispanohablantes del mundo que no son ni siquiera castellanos o andaluces, sino latinoamericanos, esto es, sujetos a quienes el idioma les llegó ya elaborado, que supieron manejarse correctamente con él y que lo han aceptado muy satisfechos pese a las esporádicas reivindicaciones del quechúa o del tupí-guaraní. Tan razonable espanto ante millones y millones de nativos de ambos sexos y de todas las edades no me arredra para solicitar a los catalanes y otros bilingüístas de esta península que traten de no olvidar completamente el idioma acunado en San Millán de la Cogolla, ya que algunos de nosotros -no todos los millones a la vez- tenemos cierto interés en seguir comunicándonos con catalanes, vascos y gallegos, aunque ya hayamos perdido parte de dichas posibilidades. Nos dolería que en el futuro los bilíngüistas peninsulares resolvieran que el inglés o el francés son más útiles que el castellano y decretaran que, por razones morales, sociales, económicas e históricas, la lengua de Berceo debería pasar a tercer o cuarto plano, ya que "la ley constitucional es suprema, pero no enseña nada fuera de aquello sobre lo que versa" y podría incluso ser anulada por desuetudo tras cierto lapso... Pues el cariño y atracción con que hoy descendientes de catalanes (como yo), de vascos (como mi mujer) o de gallegos (como tantísimos amigos argentinos) viajamos hacia Barcelona, Bilbao o La Coruña cobraría un cierto distanciamiento. Por muchos motivos, nosotros no pudimos aprender tan respetables idiomas, a los que no despreciamos; todo lo contrario; simplemente no los entendemos bien, especialmente el vasco, que es dificilísimo. Sí, habrá interés cultural por las raíces comunes y la situación en esas regiones: también lo tienen los argentinos que descienden de checos, polacos o noruegos por Praga, Varsovia u Oslo. Y convengamos que no es igual que el que se afirma sobre las mismas bases de una comunidad lingüística. Por otra parte, pese a los numerosos particularismos de nuestra forma de hablar y la copiosa literatura que los refleja, pocos de mis compatriotas piensan que hablamos argentino.

Para que aquello no ocurra, para que no confundamos Barcelona con Praga, confío, señor Ferraté, que siga defendiendo siempre con la misma ingeniosidad la lengua de sus mayores, pero le ruego que no desmaye tampoco en la práctica (que es un modo de defensa) de su impecable castellano.-

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