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Milagro en la Villa y Corte

La supuesta 'sangre' de san Pantaleón se licuó con puntualidad, como cada 26 de julio, en el monasterio de las agustinas recoletas de la Encarnación

En medio del asfalto y el calor, aún queda un Madrid de los misterios y los milagros. Ayer por la tarde, durante el rezo de la víspera realizado por las agustinas recoletas del monasterio de la Encarnación, cercano a la plaza de Oriente, la supuesta sangre de san Pantaleón se licuó en su recipiente de cristal, como ha ocurrido año tras año, "sin fallar ninguna vez", según las religiosas de esta orden, en cuyo poder ha estado la reliquia desde el siglo XVII. Desde las nueve de esta mañana, cientos de peregrinos acudirán a las instalaciones del museo del monasterio para ver el prodigio de aquel médico del siglo IV.

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Vienen de todas partes. Casi todos son devotos madrileños que tienen algo que pedir o que agradecer al santo, pero también los hay de otras zonas de España y del mundo. "Hay un señor de Navarra que viene desde hace 40 años en su coche", asegura una de las monjas, que no quiere dar su nombre. "Por favor, no me cite". "Tenemos peregrinos de Portugal, de Francia y hasta de Argentina. Al parecer, allí hay otro pueblo cuyo patrón es el santo y le tienen mucha devoción. También en Huércanos (Logroño) y en Burujón (Toledo) este santo es el patrón, y desde estos y otros lugares llegan muchos devotos todos los años".En esta ocasión, y esto ha sido todo un acontecimiento, han venido desde Borgo Montoro, un pueblecito en la provincia de Avelino, en el sur de Italia, los Atletas de la Fiaccola de San Pantaleone, un grupo de 31 miembros de una cofradía que celebra la festividad visitando cada año un santuario distinto donde se venere a este santo, en cualquier lugar del mundo. "El año pasado fuimos a Buenos Aires", asegura Rafaele Olivieri, que hace las veces de portavoz; "allí tienen un templo muy grande sólo para san Pantaleón".Correr con la 'fiaccola'

Vestidos con un chándal blanco con ribetes y letras en azul marino, bajo el que llevan una camiseta con san Pantaleón sufriendo el martirio, este grupo -que incluye a carpinteros, albañiles, estudiantes, un ama de casa, "gente del pueblo que tiene que ahorrar todo el año para poder hacer estos viajes"- asistió el pasado domingo a una misa en honor de su patrón en el monasterio de la Encarnación, después de la cual corrieron alrededor del edificio con la fiaccola (antorcha) encendida y portando su estandarte. No se quedaron para ver el fenómeno, pues las fiestas de su pueblo, que también se celebran hoy, les reclamaban. Es hoy cuando el otro grupo de atletas, "los que se quedan en Italia", salen de Borgo Montoro portando la fiaccola de la paz, en una carrera de 400 kilómetros "no competitiva" que les lleva hasta el Vaticano, en Roma, y que se divide en etapas adaptadas "a lo que pueda cada uno".

Rafaele y otro compañero, llamado precisamente Pantaleone, cuentan sin arrebol el último milagro atribuido al santo: "Era Salvatore Polagruto, un hombre de unos 50 años que conozco yo de toda la vida, porque es de Montauro, un pueblo gemelo del nuestro que está en Calabria", narra Pantaleone; "allí también se venera a san Pantaleón. En 1984 le iban a operar de un cáncer de garganta en el hospital de San Camilo, en Roma. Él no quería, y la noche antes le pidió a san Pantaleón que le salvara. Mientras dormía, soñó que el santo le cogía de la mano y le llevaba caminando por un paraje precioso. Al día siguiente no tenía nada, y hasta hoy. Los médicos han confirmado su curación. Y sí, sigue fumando y habla por los codos. Vida normal". Rafaele asiente con la cabeza y asegura que él también lo conoce.

La sangre de san Pantaleón está todo el año guardada en una sala dedicada especialmente a este tipo de tesoros, en una pirámide de cristal que corona un relicario dorado que también expone un pedazo de hueso del santo. Parece una piedra casi negra con una parte más blanquecina, como de pasta. Durante la licuación "toma un aspecto líquido y rubicundo, como de sangre nueva y viva. Si se inclina, la ampolla recibe la forma del vaso que la contiene; si se pone una vela encendida, se aprecia casi transparente".

Así describe el fenómeno Eugenio Ayape, sacerdote que ha escrito un libro dedicado al tema, en el que, entre otros muchos datos relativos a este misterio, cita todos los lugares del mundo en los que se conserva algún resto del cuerpo o la sangre de San Pantaleón, y lo compara con el fenómeno más conocido de la sangre de San Jenaro, también muerto en el 305, y que se licua en mayo, en septiembre y "con ocasión de alguna pública calamidad".

"Nosotras no la tocarnos", afirman las religiosas. "Está ahí todo el año y cualquiera puede verla, aunque, claro, en estado sólido". Si nada lo impide, este año se volverá a solidificar al terminar este día. Si no es así, muchos lo interpretarán como una mala señal. "A nosotras no nos parece bien considerar esto como un mal augurio, pero es verdad que antes de la I Guerra Mundial y de la guerra civil española la sangre estuvo licuada más tiempo, y sí, podría significar que se aproximan acontecimientos luctuosos".

Médico del siglo IV

Pantaleón, un médico contemporáneo del emperador Cayo Valerio Diocleciano, fue martirizado el año 305 en Nicomedia (actual Izmit, ciudad de la provincia turca de Kocaeli). "En aquella época", explica una de las encargadas de la custodia, "los fieles cristianos solían recoger la sangre de los mártires en algodones, recipientes o trapos, porque la consideraban santa". En este caso, de las manos de quien la recogió pasó a su obispo, luego apareció en Roma durante el mandato de Pablo V y, finalmente, los condes de Miranda la donaron a su hija Aldonza, que profesaba en la orden en 1616 con motivo de la fundación del convento de la Encarnación, donde ha permanecido hasta ahora.

Las habitantes del monasterio de la Encarnación sólo salen de cuando en cuando para ver al médico. "Los médicos siempre nos tratan muy bien, y los pacientes, si se enteran de que somos nosotras, nos saludan y nos piden que recemos por ellos. Claro, al ser médico san Pantaleón, se comprende. Es un santo muy popular, en Madrid por lo menos". Popular no solo por el fenómeno de su sangre, sino porque se distinguió por su desinterés en el ejercicio de su profesión.

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